Críticas
4,0
Muy buena
Misión: Imposible - Fallout

Un número superlativo

por Paula Arantzazu Ruiz

Cuando Bruce Geller creó la serie televisiva Misión Imposible no podría haber imaginado que, más allá de su éxito catódico, su artefacto acabaría convertido en la saga de acción que mejor define el cine de atracciones del siglo XXI, porque, ¿qué es si no la franquicia protagonizada por el temerario Tom Cruise? El relato de espías que renació en 1999 con Brian de Palma como director de orquesta ha ido eliminando máscaras y a la vez creciendo en números de acción, redobles acrobáticos y desafíos a la muerte en una suerte de tour de force que es mejor no probar en casa. ¿Y qué podemos esperar de Misión: Imposible - Fallout, la ya sexta entrega de la serie fílmica, con un Cruise sobrepasando la cincuentena y con un ejercicio anterior, Nación secreta, rozando la perfección? Parecía imposible –valga la redundancia–, pero Christopher McQuarrie y Cruise han vuelto a superarse a sí mismos, porque Fallout es un divertidísimo circo acrobático (o una montaña rusa, según el gusto) pensado para aquellos que entienden el cine como una experiencia que corta la respiración.

No sólo el tándem formado por el cineasta y la estrella funciona a la perfección, sino que el entendimiento del actor con el resto de compañeros y compañeras le da un lustre único a este último episodio de la saga, a pesar de que su historia sea más una extensión narrativa del anterior filme que un relato propio. Los espectadores y las espectadoras que disfrutaron con Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) y Solomon Lane (Sean Harris) están de enhorabuena, porque ambos personajes regresan aquí para tratar de dar respuesta a algunas cuestiones que parece que no se concluyeron en el pasado. A estos regresos se les suma el genial personaje interpretado por Henry Cavill (y su cacareado bigote), además de los compañeros del FMI Benji (Simon Pegg) y Luther (Ving Rhames), más geniales (también) que nunca. No es algo baladí, porque el hecho de que los personajes tengan un arco y una entidad propia ayudan a que Ethan Hunt/ Cruise brille aún más. Suyos son los mejores sets de acción (no podía ser de otro modo) y, como viene siendo marca de la casa, los más arriesgados y siempre a pelo.

Es literalmente un gustazo ver lo mucho que se expone Cruise en Fallout, quien en una suerte de émulo contemporáneo de Buster Keaton no tiene miedo a entregar su cuerpo al completo en pro del espectáculo.

Las concomitancias con el creador de El maquinista de la general (1925) no acaban ahí, y si hay que buscar un referente sin lugar a dudas lo más recomendable es mirar hacia el cine mudo de hace un siglo. Ver a Cruise derrapar en moto en París, perseguido por no-sé-cuantos vehículos policiales (sin ánimo de hacer spoiler, ese set piece parisino es de lo mejor de Misión: Imposible - Fallout), es sentir el impactante vértigo que podrían haber sentido en su día aquellos espectadores del alocado cine de los orígenes. Eso sí, a diferencia de los filmes de cine silente, Fallout es un triple salto mortal en la era de la imagen digital y del blockbuster CGI, algo que le da, si cabe, más envergadura y valor. Seguramente, estamos ante la película más superlativa de la saga.