Shyamalan y la identidad
por Israel ParedesA pesar de los éxitos de El sexto sentido, El protegido, Señales o El bosque entre finales de los noventa y mediados de la siguiente década, M. Night Shyamalan se fue convirtiendo en un cineasta que parecía, en cada película, tener que demostrar que el aplauso logrado, tanto de crítica como de público, no fue cosa de un momento o de una moda. Sin embargo, él mismo se fue ocupando, poco a poco, película tras película, no tanto en demostrar lo anterior, como sí que iba perdiendo el sitio que había logrado alcanzar, convirtiéndose casi en una caricatura. Cuanto más grandes se hacían sus producciones (acorde con su ego), peores, en general, eran sus resultados. Cuando en 2015, tras un par de años sin rodar un largometraje, regresó de la mano de Blumhouse con La visita, el cineasta parecía volver a un terreno cómodo para él, con un producción pequeña, con un toque de ironía, además, con la que parecía retomar aquello que podía haber perdido con respecto a las películas que hicieron de él un cineasta de referencia para el género fantástico.
Múltiple, de nuevo con la Blumhouse, continúa, y mejora, lo emprendido con La visita, si bien estamos ante dos películas bien diferentes pero que, en ambos casos, muestran a un Shyamalan regresando a esos contornos en los que se maneja bien: pocos personajes, una historia sencilla en su planteamiento pero que va volviéndose más compleja según va avanzando, unos escenarios reducidos y cerrados y, sobre todo, la búsqueda de que impere el relato visual por encima del guion. El cual, por otro lado, vuelve a mostrar en Múltiple, en general, que es el punto débil de Shyamalan: si bien presenta una construcción inteligente, elaborado para trabajar diferentes puntos de vistas –miradas-, y por tanto, para hacer que el espectador se cuestiones la suya, lo cierto es que adolece en determinados momentos de pasajes, y diálogos, que no están a la altura del planteamiento visual.
Porque Shyamalan es un director con una mirada visual de gran potencia, capaz de jugar con el espacio escaso de una habitación para definir a los personajes, para lograr que sus miradas y sus gestos sean parte de la narración y marcar su devenir, para ir conformando un relato asentando en las imágenes, en la atmósfera que, desde el arranque, va creando. Múltiple comienza sin preámbulos, abriendo la película con una secuencia magnífica, la del secuestro, que define, en gran medida, a los dos personajes principales, Kevin (James McAvoy) y Casey (Anya Taylor-Joy). El primero, un hombre que manifiesta más de una veintena de personalidades; la segunda, una joven inadaptada socialmente –algo que Shyamalan muestra en la primera imagen de la película sin necesidad de enfatizarlo- y quien, a pesar de estar bajo cautiverio de Kevin, mostrará cierta empatía hacia él; o quizá, reconocimiento. Son dos de los tres puntos de vistas evidentes que articulan la narración, dado que el de la doctora Fletcher (Betty Buckley), aparece de manera intermitente, en un momento dado, de hecho, para entregar de manera prematura, o no tanto, alguna clave de la película. Luego, por supuesto, podríamos añadir los diferentes puntos de vista de algunas de las personalidades de Kevin, que, a la larga, son las que imponen la evolución del relato. Al fin y al cabo, entre otros temas, Múltiple es una película sobre la identidad, sobre su construcción-, y no solo la de Kevin.
Así, Múltiple comienza como una película de secuestros, para ir derivando en una suerte de ‘home invasión’, aunque no al pie de la letra, con algunos elementos de drama con psicólogo de por medio y acabar siendo una película de terror, en un juego narrativo casi imperceptible, muy bien integrado por Shyamalan, que tiene como uno de sus objetivos mostrar como lo (el) fantástico se manifiesta en la realidad, algo presente en toda su obra, y que en este caso va surgiendo bajo la historia de un hombre (y de una joven), que buscan dejar atrás los traumas del pasado. En el caso de Kevin mediante la creación de una serie de personalidades que, en su mente, crean un relato por sí mismos, tanto que se producen unos conflictos que llevarán a que, finalmente, ese elemento fantástico haga su aparición. Y cuando la película parecía haber llegado a su fin, entonces, aparece ese giro que algunos no pueden disociar del cine de Shyamalan y que tiene en este caso una más que interesante relación con otro título de la filmografía del director. Entonces, el discurso sobre lo fantástico como elemento integrado en lo que conocemos como realidad, toma un sentido diferente, y lo desarrollado por Shyamalan a lo largo de Múltiple asoma con una fuerza muy diferente. Porque no se trata de una sorpresa sin más. Es, de alguna manera, una forma por parte de Shyamalan de mostrar que sigue ahí, que sus ideas, a pesar de todo, no se evaporaron. También, para mostrar que desde la mente, de sus manipulación, el hombre puede transformarse en algo distinto aunque su aspecto, en apariencia, siga siendo el mismo. En definitiva, para que mediante la manipulación del cuerpo por la mente, el hombre devenga en el elemento fantástico.
Lo mejor: McAvoy consigue que su personaje no caiga en el ridículo y entrega una muy buena interpretación. La dirección de Shyamalan, con algunos momentos que se encuentran entre lo mejor de su carrera.
Lo peor: Algunos pasajes que ralentizan el ritmo de la película, sobre todo en lo relacionado con la terapia con la doctora, que aunque con sentido dentro del relato, ocasionan que la película decaiga en determinados momentos.