Críticas
3,5
Buena
Theo y Hugo, Paris 5:59

Antes del amanecer parisino seropositivo

por Daniel de Partearroyo

Olivier Ducastel y Jacques Martineau se conocieron cuando ambos buscaban los medios necesarios para realizar su primer largometraje. La conexión, que llevaría a que su carrera cinematográfica discurriera a partir de entonces en pareja, estaba clara: el primero se había formado como asistente de Jacques Demy; el segundo había escrito el guión de un irresistible musical a contracorriente por tratamiento y temática. Una historia de amor con el sida en término central. Se titulaba Jeanne y el chico formidable (1998) y acabaron protagonizándolo Virginie Ledoyen y Mathieu Demy, el hijo de Jacques. Desde entonces, Ducastel y Martineau han vuelto en ocasiones sobre el registro musical (Crustacés et coquillages, 2005), pero es con Théo y Hugo, París 5:59, su sexto largo, cuando han completado una nueva obra conceptual y cerrada.

Théo y Hugo se conocen en el cuarto oscuro de una discoteca gay. A partir de ese encuentro sexual, filmado en una apabullante secuencia de 20 minutos sin palabras, sólo miradas de deseo, sexo explícito en grupo, en pareja y envuelto por ráfagas de neones y cascadas de música electrónica, Ducastel y Martineau nos cuentan el resto de la historia de los dos amantes en tiempo real a lo largo del resto de la madrugada. El modelo de deambular urbano y dialéctico que siguen se inspira claramente en Antes del amanecer (Richard Linklater, 1995), si bien dándole la vuelta al comenzar por el acto sexual para después pasar a las confesiones verbales, pero los directores también miran más allá, hacia un referente que sienten mucho más suyo: la tensión seca de Cléo de 5 a 7 (1962). En la película de Agnès Varda, la cantante a quien interpreta Corinne Marchand hacía tiempo mientras esperaba el terrible diagnóstico de una enfermedad que la atenazaba; en este caso, Théo descubre que Hugo es seropositivo después de haber tenido sexo sin protección y debe tomar medidas inmediatas.

Las peripecias nocturnas de la pareja de amantes que empiezan a conocerse para ver si su relación puede ir más allá están filmadas con imágenes nítidas y fluidez de cámara, siempre atenta a los diálogos entre los protagonistas. Su periplo recorre distintos puntos del microcosmos nocturno de la ciudad, desde la discoteca hasta el centro médico pasando por un kebab, varía en el uso de medios de transporte (bicis de alquiler, el primer metro de la mañana...) y se detiene en conversaciones de muy distinto tono con otros agentes (no previsibles) de la noche. Cada parada y cambio de tono contribuye a darle a la película una estructura episódica que puede recordar a otras odiseas parisinas contemporáneas como la tremenda L'âge atomique (Héléna Klotz, 2012), pero sin sus altas cotas de depuración formal. Cuando rompe el amanecer, Théo y Hugo, París 5:59 no llega a transmitir la mezcla de cansancio y euforia al llegar a casa (quizás por unas actuaciones nada memorables), pero no se puede negar que la noche haya sido completa.  

A favor: Los planos exteriores de seguimiento nocturno por una ciudad que duerme.

En contra: La sencillez lineal que da impulso al relato puede acabar convirtiéndose en su mayor carencia si no se empatiza con los personajes.