Críticas
4,0
Muy buena
El Bar

Atrapados sin salida

por Marcos Gandía

La obra de Álex de la Iglesia, más allá de su inteligente y estimulante coherencia (dentro de un aparente caos y desorden) interna, la que poseen los verdaderos autores, puede verse como una de las más interesantes aproximaciones al fantástico (en todas sus variantes y manifestaciones) del cine contemporáneo mundial. Sirva como ejemplo último este excelente El bar donde la ciencia-ficción se da la mano con la paranoia terrorífica posapocalíptica, el huis clos propio de John Carpenter, el género zombi (o de infectados), el psychokiller (ese iluminado interpretado de manera soberbia por Jaime Ordóñez) y el nonsense desencarnado y desesperanzado del cine de catástrofes.

Es verdad que la argamasa que une tantas referencias sería el sainete castizo, algo que La comunidad (cuyo final era en un bar, claro) ya había anunciado y que El bar resetea en tiempos de hipsters, pijas e incomunicación. El sainete y el universo de los tebeos Bruguera (Las brujas de Zurragamurdi era una historieta del Tio-Vivo), ese toque de humor que nos define dentro de unos relatos tan universales en la disección de la miseria humana y los mecanismos del horror y de lo fantastique. Apasionado y conocedor de H. P. Lovecraft, el firmante de El día de la bestia ha ido abriendo puertas en el subsuelo de la locura del urbanita del siglo XX y XXI para dejar que florezcan los primigenios, los monstruos innombrables que una vez dominaron la Tierra y hoy reclaman ese trono destruyendo y devorando a las personas.

El bar, cuyo clímax tiene lugar precisamente en un sótano y en las alcantarillas de una ciudad apocalíptica, es la más lovecraftiana de las películas de Álex de la Iglesia, su particular Las ratas en las paredes y En las montañas de la locura. Con la particularidad de que los engendros no son esas criaturas de nombres impronunciables, sino lo peor del ser humano, sea cual sea su condición social o personal. En esa lucha por la supervivencia, los protagonistas de El bar sacan a la luz lo peor de ellos mismos, se desnudan (literalmente) y se embadurnan en la mierda para ir acabando los unos con los otros mientras en el exterior, ese exterior marciano de un Madrid extraterrestre o de un film del doctor Quattermas, los ultracuerpos han ocupado su lugar. Título mayor en la filmografía de su autor, El bar se cierra con una escena aterradora, muy de La invasión de los ultracuerpos, muy del cine salvaje y lovecraftiano de los años 70.

A favor: su progresivo y enrarecido clímax de demencia.

En contra: que algunos personajes desaparezcan tan rápido.