Coma embarazoso
por Manuel PiñónChico conoce chica, chica deja a chico, chico quiere volver con chica. Sí, has visto esa película antes y conoces cualquiera de los desenlaces posibles, aunque no muy secretamente deseas que sólo se produzca uno. A pesar de que cumple perfectamente con lo que se puede esperar de una buena comedia romántica, La gran enfermedad del amor tiene suficientes características diferenciadoras como para hablar de algo más. Para empezar no es una comedia a pesar de estar protagonizada en su mayoría por monologuistas cómicos. Para continuar tampoco es romántica. Hay amor y humor, pero no en las dosis que aparece en la fórmula.
La historia se puede resumir con los títulos de dos películas que no tienen nada que ver con esta, Mientras dormías y Los padres de ella, pero su tono, sensibilidad y problemática hay que entenderlo invocando a una serie, Master of None, y su argumento hay que buscarlo en una canción de los Smiths, Girlfriend in a coma. Sí, estoy es muy serio, sobre todo cuando con los créditos se descubre que además se trata de Una historia verdadera alimentada por La fuerza del cariño.
Antes de que apaguemos la máquina de las referencias y haya que hablar de una vez de La gran enfermedad del amor, valga una última para darle contexto: Judd Apatow. El director, productor y guionista es el avalista de Kumail Nanjian, un actor nacido en Pakistán, formado en EE UU y conocido por su aparición en la serie Silicon Valley, y la decisión es totalmente coherente con la filmografía del gran padrino actual de la comedia norteamericana. De hecho, con su forma de contar esta historia de amor, Nanjian continúa de alguna forma la línea de Lío embarazoso, Hazme reír y Si fuera fácil. Todas ellas por separado tratan con temas sobre los que arma este relato autobiográfico el protagonista y guionista de esta historia. Desde el amor en los tiempos de la obsolescencia al frustrante oficio del humor, las reacciones a la enfermedad sobrevenida o las crisis de los matrimonios de larga duración, todo eso está comprimido en una película que, de nuevo, en realidad va sobre otra cosa. No es dispersión, es simplemente la forma más honesta que Nanjian ha encontrado de contarse a sí mismo.
Lo más sorprendente es que una experiencia que podría ser ombliguista y ensimismada, la de hablar de un cómico y chófer de Uber a tiempo parcial enamorado de una manic pixie dream girl de manual –joven, alocada, deshinibida y, maldita sea, adorable Zoe Kazan–, es tremendamente coral. Esta historia de amor encierra al final un montón de ellas también y encuentra espacio para dar a todos sus protagonistas una oportunidad para explicarse sin caer en los tópicos. Por un lado la familia de él, que conspira para que su hijo tenga el tradicional matrimonio concertado con otra pakistaní, y por otro la de ella, que lucha contra sus propios prejuicios de una manera que es imposible verles como unos racistas. Será generoso Nanjiani, que no le importe que sus ex suegros Holly Hunter y Ray Romano le roben la película constantemente. Como decía más arriba, la comedia romántica que ha marcado este 2017 tiene mucho humor y más amor, pero ni en las dosis ni formatos que cabría esperar. Afortunadamente.
A favor: Todo lo que viene que ver con los padres de ella.
En contra: Los amigos monologuistas metidos con calzador. ¿Judd Apatow no tiene suficiente con apadrinar a un cómico por película?