Críticas
4,0
Muy buena
La vida invisible de Eurídice Gusmão

Dos hermanas y el (fatal) amor

por Paula Arantzazu Ruiz

En La vida invisible de Eurídice Gusmão, el cineasta brasileño Karim Aïnouz hace suyo el women’s film, una derivación del género melodramático centrado en las cuestiones ‘femeninas’ que floreció especialmente en el Hollywood de las décadas de los 40 y 50, para declinarlo geográficamente (Brasil) y temporalmente (de 1950 a la actualidad) con el fin de enfatizar los aspectos que permiten la correspondiente lectura feminista, es decir, indicando las condiciones patriarcales de la existencia que acabarán por marcar el destino de las dos hermanas protagonistas, Guida Gusmão y la Eurídice Gusmão del título. Tan distintas y tan sometidas al mismo yugo machista, las hermanas Gusmão vivirán, a su pesar, separadas de por vida a causa de las voluntades de los hombres que las rodean, incapaces de un mínimo de empatía ante el dolor que sienten por la ausencia mutua.

Decía Rainer Werner Fasssbinder, uno de los grandes maestros del melodrama posmoderno –en su puesta en escena y en tanto que transgresor de sus códigos– que “el amor es el mejor, el más insidioso y eficaz instrumento de represión social”, y el desarrollo de La vida invisible de Eurídice Gusmão, que sigue las vidas de estas dos hermanas desde que se despiden de la adolescencia hasta su vejez, trabaja a las mil maravillas esta idea, recordándonos que, ya sea por las fantasías románticas o por conveniencia, la mujer ha sido y sigue siendo la parte perjudicada en materia de sentimientos y contratos matrimoniales. En el relato de Aïnouz, libérrima adaptación de la novela de Martha Batalha, Guida encarna el aspecto pasional del amor mientras que Eurídice es cerebral y práctica. Ni una ni otra, sin embargo, lograrán emanciparse de las estructuras que han levantado un muro entre ambas.

La vida invisible de Eurídice Gusmão es una película que, como buen melodrama, trabaja para lo emocional, aunque Aïnouz, por el contrario, lo hace desde una apuesta estética tradicional y al mismo tiempo con ánimos renovadores. Por una parte, el relato del desasosiego se narra mediante el clásico recurso de las cartas que se envían las hermanas, leídas en off; por la otra, la película se abre a imágenes más modernas, desde las primeras escenas nocturnas iluminadas con neones (espectacular fotografía de Hélène Louvart) a los pasajes sexuales. Del mismo modo, Aïnouz se lanza a la hipérbole melodramática y a los giros telenovelescos en escenas muy desnudas, de una frialdad digital escalofriante y en las que la presencia de sus protagonistas, estupendas las actrices Carol Duarte y Julia Stockler, nos interpela desde su vulnerabilidad y resignación.