Elogio de las formas
por Carlos LosillaDos movimientos de cámara envolventes que implican a las dos mujeres protagonistas de Quién te cantará definen con fiereza las intenciones de esta última película de Carlos Vermut. Ambos transmutan rostros, sustituyen uno por otro, los diluyen en imágenes cambiantes, que se van transformando poco a poco a sí mismas. Y lo hacen al ritmo de sendos temas musicales que convierten ambos momentos en puro cine: el sonido, el color, el movimiento y la gestualidad están en su epicentro y provocan todas las mutaciones que se producen en su interior. Supongo que Vermut hacía tiempo que estaba buscando este tipo de expresividad. Estaba ya en los rostros de las protagonistas de Diamond Flash, en los pas de deux que iban sucediéndose entre ellas. Y estaba también en el modo en que filmó a Bárbara Lennie en Magical Girl, en la manera en que la siguió hasta los límites de lo onírico, en el fondo allá donde empieza Quién te cantará. Pues estamos ante una película no solo por completo coherente con la filmografía anterior de su responsable máximo, sino igualmente ante un experimento que testimonia sus deseos feroces de evolucionar, de no estancarse en lo ya conseguido, de investigar nuevos caminos plásticos y formales.
También por eso, por ese lanzarse en brazos de la búsqueda y el ensayo, Quién te cantará es una película irregular. Por supuesto ahí están Ingmar Bergman y Almodóvar, entre otros, pero sobre todo veo en ella una fuerza transversal que Vermut proyecta sin descanso con el fin de crear tensión. No crean que eso es fácil, ni que todo el mundo puede hacerlo. La historia de esa cantante que ha perdido la memoria, de su atribulada ayudante personal y de la mujer que deberá acompañarla en su camino de retorno a sí misma resulta a veces un tanto rutinaria, en otras ocasiones desencajada y chirriante, pero sobre todo deja entrever constantemente la lucha que entabla el cineasta con su material, siempre a brazo partido, incluso a riesgo de caer en la inconsecuencia y la irresolución. Y eso es hermoso, conmovedor: Quién te cantará quizá sea menos perfecta que Diamond Flash, menos sugestiva que Magical Girl, y sin embargo es más de agradecer, pues en ella puede atisbarse a un director de cine que intenta esculpir sus imágenes de manera siempre trabajosa, sin conformarse con nada, por completo entregado a esa tarea por mucho que no siempre salga bien librado.
Por eso no hay que atender tanto al empeño dramático que atraviesa la película como a su voluntad de contar una historia no en imágenes, sino a través de ellas, que no es lo mismo. Vermut se infiltra, como un intruso, en cada plano que filma, le da la vuelta, le busca las razones. Y a partir de ahí el crítico no puede acusarlo de que la trama decaiga, o de que haya partes más débiles que otras. Eso no tiene nada que ver con el cine, por lo menos no con el cine de Vermut (ni con el de Bergman, ni con el de Almodóvar, dicho sea de paso). En la parte final, no es que todo se le escape de las manos, no es que no sepa llegar a una conclusión aceptable y razonable. Al contrario, el modo en que desanuda los vínculos que se han ido estableciendo entre esas mujeres es más formal que argumental, y lo es porque Vermut quiere que así sea. Asistimos fascinados a un baile de máscaras en el que la música, el cromatismo y los engarces entre los planos crean un universo más próximo al fantastique puro que al realismo pop de sus películas anteriores, un poco como hace Yann González en su espléndida Un Couteau dans le coeur, película con la que Quién te cantará tiene más de una similitud, relativa sobre todo al modo de operar de ambos cineastas. Y en ese momento entendemos que fragmentos como aquel en el que Carme Elías busca y encuentra a Eva Llorach (qué actriz, por cierto, no me cansaré de decirlo) en una noche desolada, o aquellos otros en que Llorach y Najwa Nimri se enfrentan en duetos hechos de sombra y movimiento, en habitaciones en penumbra, forman poco a poco una ola, fluida pero a la vez discontinua, que controla y arrastra la película subterráneamente, como si esos enfrentamientos fueran lo único que importara. Quizá Quién te cantará no esté por completo conseguida ni siquiera en este sentido, quizá sea la película más imperfecta de Carlos Vermut, pero también es la más emotiva: sus deficiencias nos afectan no en lo que significan como tales, sino como las heridas invisibles de esos rostros femeninos que se enfrentan al nuestro en la oscuridad de la sala de cine, sin buscar vencedores ni vencidos.