Críticas
3,0
Entretenida
Operación Concha

La película de mi vida

por Marcos Gandía

El cine dentro del cine es un género que se presta al más directo ejercicio de sinceridad y autocrítica por parte de los mismos implicados y protagonistas de éste. La aproximación puede tener aspecto de drama, pero incluso en ese territorio los autores se ven incapaces de no dejar pasar la ironía, el humor y los agradecidos ajustes de cuentas. Y es que la comedia sería el seguramente mejor escenario para ese espejo que el mundo del cine se pone ante sí mismo, un espejo cruel y lleno de cariño: así somos, estos son nuestros defectos y pecados, pero por encima de todo prevalece nuestro amor por hacer películas… y ganar pasta si podemos con ellas.

El Karra Elejalde, vividor-productor de desastres varios, de proyectos imposibles destinados a sablear subvenciones o capital privado más oscuro que la doble contabilidad de algún que otro partido político, de la muy divertida Operación Concha representa como pocos a ese reflejo cachondo pero duro de lo que hay en nuestra industria, en cualquier industria del séptimo arte. Último, tal vez, de nuestros eternos pícaros o de los timadores del tocomocho, el personaje de un Elejalde bigger tan life es únicamente uno de los centros de gravedad cómica de este golpe perfecto sin nada que envidiar al de George Roy Hill con Paul Newman y Robert Redford. 

Con un guión de hierro, Operación Concha se reserva sus golpes de efecto y sus sorpresas mientras se pone sin reservas al lado de esta troupe de desgraciados enamorados del cine. Con numerosos guiños y homenajes a la extraordinaria Bowfinger, el pícaro de Fank Oz a partir de un malvado guión de su protagonista, Steve Martin, que ajustaba cuentas con Hollywood, sus colegas y alguna que otra ex, la película del poco prolífico Antonio Cuadri sabe de qué habla, conoce a todos esos personajes que habitan oficinas cutres, puticlubs, hoteles de lujo en La Concha y premios especiales en el Festival de Donosti.

Cuadri, que también se autocritica y/o cita con esa star latina que bien podría ser la Salma Hayek de su anterior La buena vida, lleva con ritmo de screwball comedy esta historia de estafas, de dobles (sensacional Jordi Mollà en su doble papel descubriendo el placer por la interpretación, por la mentira como una de las bellas artes), de sorpresas, de mafiosos dignos de Con faldas y a lo loco y de un descacharrante, pero seguramente verídico al cien por cien, retrato de cómo funciona nuestra cinematografía nacional. 

A favor: Un extraordinario Jordi Mollà. 

En contra: No tener cameos de famosos en ese Festival de san Sebastián.