Críticas
3,0
Entretenida
Nación salvaje

Terror Interseccional

por Xavi Sánchez Pons

Nación Salvaje fue una de las propuestas más aplaudidas de la pasada edición del Festival de Sitges. Ahora bien, también generó debate sobre si era o no para tanto. El debut como director de Sam Levinson, hijo de Barry Levinson (Good Morning, Vietnam, Rain Man), tiene sus mejores bazas en una vena política combativa y en el retrato satírico que realiza del mundo actual de las fake news, de los videos virales y del uso que hacen los adolescentes de los smartphones y de las redes sociales. Es más, el filme de Levinson está considerado por muchos exegetas como el primer gran título del terror interseccional. ¿La razón? Una de sus protagonistas es un personaje transgénero. Nación Salvaje va más allá del feminismo y de la crítica al heteropatriarcado, denunciando también la transfobia y el acoso que sufren otros colectivos marginados por la sociedad.

El discurso político de la película es rompedor y el paralelismo que realiza entre los procesos de brujas de Salem (ciudad donde se sitúa la acción) y los linchamientos mediáticos actuales es potente. Entonces, ¿cuál es el problema que generó debate en Sitges? Pues su puesta en escena, que no está a la altura de su espíritu contestatario. Levinson, que también firma el guion, se olvida de la forma, cometiendo un error garrafal al descuidar las imágenes y apostarlo todo al texto. Debido a esa decisión, la carga subversiva se queda a medio gas. Nación Salvaje tendría que haber encontrado una manera original y propia de contar su historia (lo que sí hicieron, por ejemplo, Joss WhedonDrew Goddard en La cabaña en el bosque, cima reciente del cine de horror contracultural), y no haberse convertido en una especie de secuela resultona de la saga de The Purge repleta de guiños a pequeños clásicos de la comedia negra indie americana de finales de los noventa y principios del 2000, títulos más que reivindicables como But I'm a Cheerleader e Ingenuas y peligrosas.

Nación Salvaje, una película moderna en el contenido pero vieja en la formulación visual (ese uso pirotécnico del montaje), caló y gustó especialmente en Sitges entre público más joven, y eso es algo a celebrar. El manifiesto político de Levinson es atrevido y fresco y, como si se tratara de un grupo de rock formado por millennials enamorados del punk clásico, activará más de una conciencia y volará más de una cabeza. La revolución será interseccional o no será.