¡Puños fuera!
por Marcos GandíaHay algo (bueno: hay mucho) de fetichismo idolatrante en cómo se nos muestra el resurgir de este robot icónico en su regreso a la animación, esta vez cinematográfica. Lo vemos emerger, todo acero y brillos. Recorremos sus extremidades, pectorales y cabeza como un voyeur calenturiento delimita cual mapa sensual/sexual las erógenas partes del cuerpo que contempla o espía. Acaso exista en esa totémica reaparición de Mazinger Z un componente erótico que nos retrotraiga a los chavales que nos excitábamos con él y Afrodita A las sobremesas sabatinas de mediados los años 70.
Una especie de recuerdo inconsciente que asocia nuestro primer gran anime colectivo (Meteoro era para los un poco más veteranos y, claro, no era lo mismo) más allá de Heidi o Marco que no nos llevaban a ese terreno sin sentido y maravilloso de la tecnología robótica como carne metalizada de duelos medievales o de kung fu a gran escala, con nuestras primeras erecciones y poluciones nocturnas. Nadie que no lo hubiera vivido puede quedar indiferente ante la devota y casi religiosa manera impúdica con la que Mazinger Z: Infinity nos devuelve una parte de nuestra niñez. La nostalgia, la nostalgia del fan, es un punto que este anime visualmente poderoso y parido con un puntillista sentido del hiperrealismo en su apartado de lides imposibles con fuego, destrucción y desmembramiento mecánico, potencia hasta el límite. Lo hace de una manera en ocasiones casi crepuscular, como era el ver a los viejunos tripulantes de la original Enterprise de Star Trek volver a abordarla en el film de 1979 dirigido por Robert Wise.
La tecnología ha cambiado, hay nuevos robots de lucha (esa Diana que toma el relevo de Afrodita A en una suerte de toma de postura feminista contemporánea… pero fría y alejada del elemento naif y divertido de la teleserie setentera), los personajes parecen haber madurado, sobre todo Sayaka, pero lo que acaba importando es el reencuentro entre Koji Kabuto y Mazinger, viejos amantes a la búsqueda de la ¿última? aventura. Mientras el resto de personajes y el flm coquetean con la ciencia-ficción a lo Christopher Nolan, al hardboiled de la fantaciencia e incluso con el ecologismo (otro punto débil: las kaiju eiga no se necesitaban ponerse tan pesaditas con el peligro nuclear o del cambio climático), Koji, Mazinger Z y los malvados (¿quién no recuerda al doctor Infierno y al barón Ashler?) siguen anclados en el pasado, en la nostalgia, en un mundo que no quería modernizarse como Mazinger Z Infinity hace cuando se pone al servicio de las nuevas generaciones y del nuevo anime. En el simplista y maravilloso, trempante universo de las sobremesas televisivas donde robots se zurraban a l grito de ¡puños fuera!
A favor: Su subidón de nostalgia (y su factura).
En contra: Todo el rollo ecológico y políticamente correcto.