Críticas
4,0
Muy buena
Los desheredados

La soledad en tiempos de crisis

por Carlos Losilla

El documental con pariente cercano dentro, o la no ficción sobre la memoria familiar –escojan ustedes mismos la manera de decirlo--, se ha convertido en un robusto subgénero del último cine español 'low cost', lo cual debería obligarnos a plantear una pregunta urgente: ¿están nuestros jóvenes cineastas realmente interesados por su pasado o solo quieren hacer películas baratas? No se trata de una cuestión baladí, por lo menos desde el momento en que todo ello ha erigido una cierta mítica a su alrededor, ha estructurado una manera de mirar atrás que a veces oscila entre el deseo de una búsqueda personal y la construcción de un imaginario quizá demasiado cerrado sobre sí mismo, sobre un concepto un tanto rancio y conservador de la familia tradicional que todavía está por estudiar. Por ello es de agradecer que, en su segundo cortometraje –tras el notable A perro flaco--, Laura Ferrés acuda al tópico obligándolo a un perverso desvío: esta evocación de la figura de su padre, Pere, no se centra en lo que fue sino en lo que es, no investiga en lo que significa sino en aquello que hace y aquello que no le dejan hacer, pues Los desheredados –como su título indica— termina eliminando cualquier tipo de sentimentalismo para extraer la emoción de una contemplación, tranquila y desinhibida, tanto del presente de un ser querido como del contexto en el que vive.

Feliz trasegador de festivales y premiado en Cannes, Los desheredados muestra a Pere en su más prosaica cotidianeidad, ya sea comiendo con su madre o paseando por el garaje de su compañía de autocares, que quizá una vez fue próspera. Se supone que la crisis ha acabado con ella, del mismo modo que a él se le supone viudo o separado, pues aquí se trata de contemplar actos y gestos, no de cosechar cotilleos. Pere es un desheredado de estos tiempos oscuros y miserables, no un pobre de solemnidad, pero sí un solitario a la fuerza y alguien que sobrevive fatigosamente, como chófer de niñatos que salen de fiesta o niñatas que celebran su despedida de soltera, todos ellos mostrados siempre fuera de campo. Pues Pere es él mismo y también el modo en que lo ve su hija Laura, la directora, que nunca aparece en pantalla y cuya voz nunca se oye. Pere es él mismo y la puesta en escena de alguien que lo conoce bien, pero que prefiere encuadrarlo a distancia, intentando comprender qué hace y qué dice, por qué abandona a su desastrado pasaje después de que lo insulten y maltraten, por qué baila en soledad en una discoteca desolada, por qué viaja a un paisaje nevado con su familia, a la que tampoco nunca se muestra, si se exceptúa a su madre… Con un pudor extremo, pero nunca forzado, Laura Ferrés filma a este hombre no tanto en un paisaje como en una serie de pequeños escenarios que lo acogen, pero también lo oprimen, que son su hábitat natural, pero a la vez lo condenan a un recorrido siempre igual a sí mismo. Pocas veces he visto, en el cine español reciente, tal firmeza en la mirada, tal integridad moral a la hora de contemplar a alguien con el que se ha convivido: aquí no sirven trampas ni colegueos, ni tampoco chantajes emocionales. Y por eso Los desheredados --pese a su brevedad un tanto forzada y un sentido de la disciplina formal en ocasiones demasiado rígido— constituye una pieza deslumbrante, la confirmación de una cineasta que dará que hablar.

A favor: La puesta en escena implacable, el retrato despiadado de un hombre solo.

En contra: Un poco más de espontaneidad, en ciertos momentos, no le vendría mal.