Críticas
3,0
Entretenida
Un momento en el tiempo (Waves)

Intimidades desbordadas

por Paula Arantzazu Ruiz

Ya en su debut Krisha (2015), el cineasta indie Trey Edward Shults dejó claro cuáles eran sus intereses cinematográficos: por una parte, las familias en crisis; por la otra, las imágenes en busca de las turbulencias emocionales y de cierta trascendencia. Ahí, el referente era John Cassavetes –en su segunda película Llega de noche (2017) jugaría con los códigos del género de terror para hablarnos también de un drama familiar–; mientras que en Un momento en el tiempo – Waves, su tercer largometraje, parece buscarse en la majestuosidad visual y espiritual del Terrence Malick de los últimos años. Porque Waves es una película sobre lo íntimo que pretende hablarnos de lo más profundo y a la vez de lo más sagrado y, en este sentido, Trey Edward Shults ha firmado una película muy ambiciosa que bordea, sin embargo, la pretenciosidad.

En Waves hay dos historias en una, dos tramas diferenciadas en su fondo y forma y protagonizadas por dos hermanos afroamericanos en Florida cuyas vidas quedarán marcadas por un acontecimiento y separadas de manera irreversible. La primera parte de la película sigue a Tyler (Kelvin Harrison Jr.), un joven de 18 años deportista y popular, pero sometido a la presión constante de un padre (Sterling K. Brown) inflexible. En este primer tramo, la cámara nos muestra el devenir del personaje con una intensidad desbordante, mediante travellings circulares y largos seguimientos de cámara que no ofrecen descanso alguno, preludio de la espiral de violencia y descontrol por venir. Porque cuando la cámara se detiene, la tragedia se impone.

En su segunda parte, Waves nos sitúa en el punto de vista de la hermana pequeña, Emily (Taylor Russell), cuya vida ha quedado atravesada por los actos de su hermano y que debe sobreponerse al trauma y al vacío, a ver a una familia rota para saber emprender de manera independiente su propio vuelo. La cámara aquí es pausada, los colores sosegados y los mensajes de perdón y redención, constantes.

A la postre, tanto un segmento como otro, sea la apuesta maximalista como el tono introvertido, son las dos caras de una película que tiene en los sentimientos a flor de piel su materia bruta. Trey Edward Shults salta la vacío y arriesga formalmente en el primer tramo de Waves, quizá demasiado aquejado de una banda sonora martilleante (y a buen seguro que nada económica, habida cuenta de la nómina de los artistas: Frank Ocean, Kanye West, Kendrick Lamar, H.E.R. SZA o The Creator); pero esa mezcla atronadora no solo golpea la historia y al espectador, sino que el impacto es tan fuerte que la cinta no logra reponerse en ningún momento. Acabamos exhaustos, sin consuelo posible.