Críticas
3,0
Entretenida
Y llovieron pájaros

La isla del adiós

por Marcos Gandía

Persiste una vez que ha terminado esta extraña película, la cual transita por los pantanosos territorios de la melancolía, la 'feel good movie' gerontófila y la (postrera) aventura vital, una suerte de liberadora a la par que incómoda sensación de comunión con lo que nos ha contado. Eso que nos narra Y llovieron pájaros, surgido de un 'best seller' canadiense, algo así como las naturales y naturalistas temáticas de Thoreau aplicadas a la eutanasia, puede parecer carne de telefilme de sobremesa o de aquellas producciones (norteamericanas y británicas) que aprovechaban cualquier excusa argumental para reunir a un reparto de veteranas actrices y actores y dejar que se lucieran en una gran pantalla que cada vez les era más ajena, más isla solitaria en una taquilla dominada por productos para adolescentes y de mentalidad adolescente.

Por fortuna, la película no es solamente eso (que lo es; lo que sucede es que ese plantel de intérpretes son de Canadá y no nos suenan a la mayoría) sino que convierte ese retiro final de un heterogéneo grupo de integrantes de eso que eufemísticamente se denomina “tercera edad” en una curiosa variación “abuelil” de las alegorías sobre el fin del mundo que el australiano Peter Weir y sus paisanos solían frecuentar a principios de su carrera, cuando el Apocalipsis parecía acecharnos desde una cuenta atrás telúrica que solamente la Madre Naturaleza conocía.

Y llovieron pájaros no andaría pues muy alejada de filmes como La última ola, aunque sita en un mundo que ha huido de lo urbano y se ha refugiado (para morir) en un bosque lleno de misterios y de señales. En su superficie de relato de amistades en el crepúsculo de la vida, todo ese público hoy arrinconado y apartado de las salas de exhibición podrá identificarse y disfrutar con romances otoñales, sexo y solidaridad (a nuestro Jaime de Armiñán, al de por ejemplo En Septiembre, le encantaría, igual más que al desaparecido Antonio Mercero). En su hermético y metafórico, mágico, interior, aquellos que sabíamos que En el estanque dorado tenía que ver más con The Quiet Earth (Geoff Murphy, 1985) que con un melodrama sobre la muerte descubriremos en este atípico survival con la muerte de convidada una, eso, rareza (a su pesar) a reivindicar.