Críticas
4,0
Muy buena
Joker : Folie à Deux

Subvirtiendo las expectativas

por Tomás Andrés Guerrero

Cuando Joker se estrenó -y ganó el León de Oro- en Venecia en 2019, una de las narrativas predominantes entre la prensa era que la película podría ser peligrosa. Se pensaba que el hecho de que la película adoptara la perspectiva de Arthur Fleck podría inspirar a jóvenes descontentos con su lugar en la sociedad a cometer actos de violencia en la vida real. En realidad, la toxicidad que generó no pasó de fans en redes sociales en lugar de movimientos violentos, pero parece que esto impactó al director Todd Phillips lo suficiente como para rodar esta Joker: Folie à Deux sobre esa misma idea. Esta película parece dirigida directamente al público al que le gusta demasiado el Joker, y hecha especialmente para contrariarlo.

Tras la recaudación y el éxito de la primera, parecía inevitable que Warner apostara por una secuela, lo que no sabían los ejecutivos del estudio es que esta fuese un arriesgadísimo salto al vacío que se desentendiese tanto de la primera parte. Esta segunda parte arranca con Arthur Fleck (de nuevo un demacradísimo Joaquin Phoenix) en la cárcel, fuertemente medicado y acosado por el guardia jefe de la prisión, interpretado por el siempre solvente Brendan Gleeson. Una paciente del psiquiátrico de Arkham como él, Harleen Quinzel (Lady Gaga), está obsesionada con el Joker. Pero la abogada de Arthur (Catherine Keener) argumenta que Joker forma parte de su doble personalidad, basando en ello su defensa. Y se podría definir perfectamente de esta forma la película ya que estamos ante una locura fílmica que vira entre el musical, el drama carcelario y el cine judicial.

Si la primera entrega parecía rendir homenaje a dos clásicos de Martin Scorsese, como Taxi Driver y El rey de la comedia, la continuación se acerca más al territorio de New York, New York: un musical que no es tanto un musical como una emulación consciente de uno. Aquí, Phillips se inspira más en Melodías de Broadway (1955) de Vincente Minnelli, con números interpretados por Gaga y Phoenix para expresar su desquiciado viaje a su propia fantasía. Es como si Iván Ferreiro interpretase vocalmente las obras de Jackson Pollock. Las escenas musicales aprovechan la fuerza de Gaga, mientras que la voz de Phoenix -aun siendo más limitada- encaja a la perfección con el desgarro de su personaje; como en el momento de su solitaria interpretación de 'Ne Me Quitte Pas' de Jacques Brel en una escena tan bella como desoladora.

La cultura de los fans, y en concreto la cultura de los fans tóxicos, es una presencia constante en la cinta: se ha rodado un telefilme sobre el caso de Fleck antes del juicio, lo que le ha devuelto cierta popularidad. También atrae la atención de sus compañeros de Arkham, sobre todo a medida que avanza el juicio y se convierte en un ídolo entre ellos. Y, sin duda, Lee Quinzel (Gaga) destaca como la más extremista de sus seguidores: recuerda a las mujeres que se enamoran perdidamente de los asesinos en serie cuando están entre rejas. Alienta lo peor de él y aviva las llamas de sus partidarios, que se reúnen en la escalinata del juzgado cada día. Y es ahí donde Phillips y su coguionista Scott Silver subvierten más expectativas, ya que el personaje en los cómics y en su anteriores apariciones cinematográficas (con los rasgos de Margot Robbie) tiene rasgos totalmente diferentes y es Joker quien la manipula a ella.

No se si estamos ante una película de culto instantánea o la mayor patada en la boca al público incel de la historia, lo que estoy seguro es que a pesar de ser uno de los largometrajes más deprimentes que se puede ver dentro del ‘mainstream’ actual es un salto al vacío por parte de sus creadores y eso merece todos los aplausos y, sin duda, un segundo visionado. No se la recomendaría a nadie, pero se la recomendaría a todo el mundo.