Críticas
3,5
Buena
Retorno a Seúl

Retorno a la incomodidad (y a la ternura)

por Tomás Andrés

Retorno a Seúl tiene un tono melancólico y un metraje lleno de música que la convierten en toda una sorpresa. El filme arranca como una historia sentimental de una joven francesa de rasgos coreanos, que se siente como pez fuera del agua. Durante un viaje a Japón, conocerá a otra joven proveniente del país asiático como ella, y ambas emprenderán juntas un viaje en búsqueda de sus raíces por parte. En Seúl pasarán buenos ratos, pero se enfrentarán a una dura realidad en el momento en el que la protagonista (Freddie, a la que da vida la actriz Park Ji-min) conozca a su padre biológico: un triste hombre alcohólico que la abandonó cuando era un bebé. Pronto queda claro que estamos viendo algo más complejo e intenso que lo que el realizador parece proponernos en sus primeros pasos.

En la mayoría de los largometrajes, el espectador tiende a empatizar con el o la protagonista. Aceptamos su complicada situación, reímos o lloramos con él mientras navega por la trama que la película le ha preparado y llega a una resolución en la que su vida toma una nueva dirección, normalmente positiva. Freddie, la protagonista de Retorno a Seúl, no sólo no es simpática, sino que es muy desagradable y sus actos son difíciles de entender. Hace cosas que resultan misteriosas para los demás, sobre todo porque ella misma no tiene muy claro por qué actúa así. El personaje, además, no tiene rumbo vital -ni las cosas claras- acaba en la agencia de adopción que la envió (a ella y a otros innumerables bebés coreanos) a Occidente. Los encuentros posteriores con sus familiares son una oda a la incomodidad.

Una historia así podría resultar frustrante por su falta de cierre, pero el espectador queda embelesado por la sólida interpretación de Park Ji-min, que resulta muy creíble dando vida a un personaje tan aparentemente desagradable y con quien al final se logra empatizar.