La Emmanuelle moderna
por Andrea ZamoraEra tan obvio que se volvió imperceptible, como una tarea pendiente que se pospone día tras día y su recuerdo surge de repente, como un latigazo. ¿Cómo es posible que en la era post-Me Too ninguna mujer haya revisado Emmanuelle (1974)? El icono erótico por excelencia del cine primero nació en papel en 1967, escrito por Emmanuelle Arsan -se reveló después que fue su marido realmente-. Siete años después, la novela fue llevada al cine. La película fue una revolución. A la primera Emmanuelle le siguieron seis más, inspiró filmes en otros países, una serie de televisión estadounidense de ciencia ficción -donde la protagonista enseña sobre sexo a unos alienígenas que llegan a la Tierra- e incluso un videojuego. En todos esos proyectos, la visión femenina ha sido nula.
Audrey Diwan ha saldado una deuda que habíamos olvidado. La ganadora del León de Oro en Venecia en 2021 con El acontecimiento (2021) ha transformado al personaje en una mujer contemporánea en Emmanuelle.
Con guion de la propia Diwan y Rebecca Zlotowski, Emmanuelle es una película que deja poca huella, pero en la que el deseo femenino sí es precisamente eso: deseo femenino. La Emmanuelle de Diwan, encarnada por Noémie Merlant, es una mujer soltera -la original estaba casada con un hombre poderoso- que se dedica a hacer pruebas de calidad en hoteles de lujo. Su nuevo trabajo la lleva a Hong Kong, lugar en el que transcurre el filme.
Diwan se distancia kilómetros de la Emmanuelle de los años 70: el consentimiento es categórico en esta nueva versión y el placer busca de forma activa. Independiente e inteligente, la protagonista tiene encuentros sexuales con hombres y mujeres que se alojan en el hotel en el que está trabajando, pero hay uno, interpretado por un misterioso Will Sharpe, que no responde a sus coqueteos y filtreos, y eso hace mella en su ego: no pueda dejar de pensar en él.
La tarea pendiente de modernizar Emmanuelle se ha cumplido, sí, pero con cierta inapetencia pese a algunos momentos de gran elegancia y sensualidad. Su desenlace, no obstante, es toda una declaración de intenciones: el orgasmo femenino como broche de oro. No podía haber otro final.
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