Críticas
3,5
Buena
La virgen roja

Un cuento de fantasmas

por Andrea Zamora

Es difícil imaginar que el cortejo fúnebre que acompañó a Hildegart por las calles de Madrid sea real y no una invención, pero sucedió. No necesitas buscar en Internet para confirmarlo. Como si anticipara la reacción del público al final de La virgen roja, la directora Paula Ortiz muestra que lo que estás viendo es tan auténtico como estar sentado en una butaca de cine en ese momento. La nueva película de la cineasta detrás de La novia (2015) y Teresa (2023) concluye con una fotografía del funeral de su protagonista, hace 91 años. Ahí está: el mismo féretro de cristal que recorrió la capital española en 1933.

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La virgen roja adapta la historia real de Hildegart Rodríguez, una niña prodigio nacida en Madrid en 1914. Su vida fue un experimento llevado a cabo por su madre, Aurora Rodríguez, quien, inspirada por los escritos de Francis Galton -padre de la eugenesia, la corriente de pensamiento que busca modificar la herencia genética para mejorar la raza- quería crear a la mujer del futuro. A los 2 años, Hildegart sabía leer y a los 3, escribir. Se licenció en derecho antes de cumplir los 18 años y, durante la Segunda República, fue una precoz militante del PSOE y, más tarde, del Partido Republicano Democrático Federal. A lo largo de su corta vida, publicó 15 libros y sus trabajos de sexología fueron valorados por eminencias del campo como Havelock Ellis y otras personalidades como H.G. Wells.

La historia de Hildegart es extraña, desconocida para muchos y se asemeja a la ciencia ficción. Es material de novela y de serie de televisión y película. El material original que tenían Ortiz y su coguionista Clara Roquet es bastante potente por sí solo, pero como con todas las películas que narran una historia real: caer en el telefilme es más fácil de lo que parece. No es el caso de La virgen roja. Ortiz logra impregnar la película de una sensación de encierro, transformando la carismática casa en la que viven Hildegart y su madre en una prisión. La verdadera naturaleza del hogar de las protagonistas se va revelando gradualmente. Aquellas paredes en las que Hildegart, interpretada por una correcta Alba Planas, aprendía con su madre y se sentía segura se transforman en inseguridad, miedo y desconfianza a medida que la relación entre ella y Aurora se va deteriorando.

El punto de quiebre entre ambas, además de las inclinaciones políticas de Hildegart, es la aparición del joven militante del PSOE Abel Vilella, interpretado por Patrick Criado, quien se convierte en su interés amoroso. Un novio para su hija contradice la visión radical y extrema del feminismo de Aurora. Para ella, el hombre es un obstáculo, un ser que domina a la mujer y una distracción para el intelecto. Hildegart, por su parte, solo cuenta con una aliada en todo esto: Macarena, la criada interpretada por Aixa Villagrán. Ella es quien aporta ternura y confianza, acercando a la protagonista a la realidad de las clases más bajas de esa época en España.

A medida que la relación entre las protagonistas se deteriora, también cambia el estilo de la película: del drama familiar, Ortiz pasa a jugar con elementos de terror cuando la madre, interpretada por una magnética Najwa Nimri, transforma su amor por su hija en obsesión y control. Su protección adquiere entonces un carácter casi caníbal y depredador hacia su experimento científico. Aurora ya no cuida, ahora es una sombra de su hija, una serpiente que se enrosca, una telaraña que la atrapa.

La virgen roja se distingue también por la delicadeza presente en algunas de sus imágenes. No solo por su belleza y uso del color, sino también por la poderosa carga metafórica que contienen. Y, al igual que Ortiz cuida mucho la imagen, también altera el relato real para favorecer la narrativa de la película, dándole un sentido más poético y, nuevamente, metafórico. Sin embargo, La virgen roja, a veces, toma decisiones vagas y perezosas solo para avanzar en la trama.

Hildegart escribió 150 artículos en periódicos y 16 monografías, inspiró novelas, un musical y un estudio científico. Su vida también fue adaptada al cine con películas como la dirigida por Fernando Fernán Gómez, titulada Mi hija Hildegart (1977). Con todo esto, resulta curioso que su historia haya caído en el olvido, como si todo hubiera sido un simple cuento de hadas, fantasmas y brujas.