Críticas
3,5
Buena
Disco, Ibiza, Locomía

La visión más positiva de un error descomunal

por Sara Heredia

Qué gran época la de España a finales de los 80, cuando el descontrol estaba a la orden del día y podías saltar a la fama desde una discoteca de Ibiza. Locomía representa a la perfección ese culto a la fiesta desenfrenada, las ganas de pasarlo bien y la barra libre de drogas que tantos estragos provocaron a toda una generación. También son, desgraciadamente, el ejemplo de cómo puedes terminar con una carrera meteórica por una mala decisión.

Ahora que llega a los cines Disco, Ibiza, Locomía es la oportunidad de repasar todo aquello. De viajar a la isla donde todo el mundo que quería ser visto debía estar en los 80 y de ser testigo, mediante una narración bien construida, de la historia de una banda que solo puede resumirse como 'una serie de catastróficas desdichas'.

El juicio entre el grupo y su productor, José Luis Gil, en 1993 sirve de pretexto para revelar los orígenes del proyecto. Años antes, Xavi Font y sus compañeros Lurdes Iribar y Manolo Arjona desembarcaron en Ibiza para conquistar el mundo de la moda. Conscientes de la necesidad de hacerse notar en los emblemáticos clubes nocturnos de la isla, su ascenso al estrellato comenzó en el club KU. Armados con abanicos y atuendos distintivos, capturaron la atención de Gil, quien les sugirió aventurarse en el mundo musical.

En poco tiempo, este grupo de amigos fue catapultado a la cima de las listas de éxitos, convirtiéndose en ídolos venerados en todo el mundo, especialmente en Latinoamérica. En el camino, sufrieron complicaciones de todo tipo: ruptura de amistades, choque de egos, decisiones comerciales arduas y, como trasfondo, adicciones a la droga. Una aventura que estaba hecha para convertirse en película y que el director Kike Maíllo ha sabido conducir con mucho respeto por los protagonistas originales, pero también sin esconder la verdad.

Xavi Font y los suyos iban dirigidos hacia una carrera espectacular en el mundo de la música, pero sus ambiciones y rencillas personales lo echaron por tierra. Un error monumental que Maíllo podría haber retratado a través del drama y el conflicto, pero que ha decidido contar con ritmo y amabilidad. Lo que resuena en cada escena es la venganza de los marginados y cómo Font y los suyos fueron a contracorriente a pesar de que esto les jugó muy malas pasadas.

El desenlace de Locomía permite extraer diversas lecciones, sin embargo, el director opta por resaltar el aspecto más alentador: a pesar de los fallos significativos que cometieron, prevaleció el afecto mutuo entre los miembros. Esa sensibilidad impregna la película y previene que la narrativa se convierta en un conflicto descarnado dominado por la traición y el individualismo.

Disco, Ibiza, Locomía es una lección de positividad, respeto y amor incondicional. Una película con una narración clara, entretenida y mucho atractivo que rinde homenaje a la historia real mientras funciona como pieza audiovisual. Un sí rotundo para ver en cines este fin de semana.