Legado en "casettes"
por Covadonga G. LaheraAntes de empezar a cargar las tintas dramáticas de manera molesta y de firmar guiones menos sutiles y más gruesos y recauchutar una copiosa retahíla de referentes musicales, literarios y cinematográficos, Isabel Coixet había logrado conmover con esta crónica de los últimos días de la veinteañera Ann, madre y esposa, a la que se le ha diagnosticado un cáncer terminal. Es su misma voz el recurso bien empleado por la realizadora catalana para transmitir esa subjetividad optimista que paradójicamente se activa en su trance final, pese al difícil contexto que ocupa el personaje y que logra mostrar una creíble y resistente luminosidad. Ann reproduce la lista de cosas que querrá acometer antes de morir, escuchamos sus propios pensamientos y deseos y, también, su voz integrada dentro de la propia narración al decidir dejar una serie de cintas de casette a sus dos hijas.
Coixet adaptaba para su cuarto filme un relato de Nanci Kinkaid, Pretending the Bed is a Raft y reincide en uno de sus objetos habituales de interés: el desarrollo de las relaciones humanas en situaciones de naturaleza extrema. Además del retrato femenino en primera persona, la relación de esta mujer con sus hijas, con su marido o su renacer sexual junto al cuerpo de otro hombre se desarrollan con una esmerada delicadeza, sin caer en una pornografía sentimentaloide, como si ocurriría en otras muestras de la ulterior trayectoria de la realizadora de la también digna Cosas que nunca te dije.
A favor: La dirección de actores y las interpretaciones, con Sarah Polley a la cabeza. El difícil equilibrio alcanzado por una propuesta dramática que podría haber sido un fácil vehículo para la sobrecarga lacrimógena más superficial.
En contra: En algunos instantes, sentir como manipuladora y engreída la actitud de esa madre y esposa.