Inmortalidad
por Israel ParedesEn 2006, seis años después de 'Réquiem por un sueño', Darren Aronosfsky se adentró en 'La fuente de la vida' en un proyecto ambicioso, casi suicida, en el que el cineasta norteamericano traza una narración sobre la vida, la muerte, la enfermedad, la inmortalidad y el sufrimiento a través de la historia de un hombre (Hugh Jackman) quien debe viajar en el tiempo (a la España del siglo XVI y al futuro del siglo XXVI) en busca del árbol de la vida y de su savia, la cual puede sanar a su enferma esposa (Rachel Weisz). A partir de esta premisa, Aronofsky crea una película excesiva, imposible, fascinante e irritante a partes iguales en la que la narración viene dada por la conjunción visual y musical llevando al extremo (más si cabe) lo emprendido en 'Réquiem por un sueño'. Aronosfsky construye una epopeya moderna que conjuga un referencial religioso quizá demasiado alambicado y confuso (y, al final, rayando lo ridículo) para lanzar una mirada hacia ciertos miedos del ser humano ante la enfermedad, la muerte y la pérdida. Una épica en la que el cineasta despliega toda su capacidad creativa y se muestra con una franqueza y una desnudez (como creador) absoluta que conlleva, evidentemente, la creación de una película que puede fascinar tanto como cabrear. Y en ese extremo se encuentra en cierto modo la excelencia de 'La fuente de la vida', antesala de la más comedida pero igual de extrema 'El luchador', desde cierta perspectiva, la rescritura de 'La fuente de la vida'.
A favor: El trabajo de Aronosfsky y la música de Mansell/Mogwai, toda una sinfonía de imágenes y de música.
: La mezcla de referentes religiosos y el final, que aunque fascinante en su construcción visual, resulta un tanto disparatado.