Bendito mago Miyazaki
por Diana AlbizuAunque después de la descomunalmente exitosa 'El viaje de Chihiro' (2001) el maestro del cine de animación japonés Hayao Miyazaki había decidido retirarse, volvió a la dirección de largometrajes con esta adaptación libre de Ghibli a partir de una novela de la británica Diana Wynne Jones de la que iba a hacerse cargo Mamoru Hosoda hasta que abandonó el proyecto. El autor de 'Mi vecino Totoro' (1988) vuelve a la arquitectura europea de la primera mitad del siglo XX que ya había practicado en, por ejemplo, 'Nicky, la aprendiz de bruja' (1989) para situar la historia en una ciudad indeterminada donde vive Sophie, una joven sombrerera. Cuando un día es víctima de una maldición que la convierte en una anciana de 90 años, acude en búsqueda del Castillo Ambulante del mago Howl, esperando que pueda ayudarla a recuperar su estado anterior.
Sirviéndose del personaje de Howl, Miyazaki aprovecha para realizar una de las declaraciones políticas más evidentes de su carrera. El mago se niega a participar en la guerra que ha desatado la nación del relato con la excusa de buscar la paz, algo que paralelamente estaba haciendo Estados Unidos con Irak. Es sólo uno de los múltiples matices que se pueden hallar en 'El castillo ambulante', una preciosidad disfrutable al nivel de su superficie steampunk y aventurera, pero también una interesante reflexión sobre la identidad femenina y los traumas de la madurez (temas también de 'Nicky, la aprendiz de bruja' y 'El viaje de Chihiro') revestida de majestuosas escenas de acción aérea y asombrosos mecanismos. Puro Miyazaki.
A favor: Es una película de Ghibli y Miyazaki: el festín de imaginación y candor está servido.
En contra: El rostro excesivamente manga de Howl.