Críticas
1,5
Mala
Princesa por sorpresa 2

Letizia, no estás sola

por Miguel Blanco

La primera entrega de 'Princesa por sorpresa' era el típico cuento de hadas, mitad patito feo, mitad Cenicienta adaptado al mundo contemporáneo, con una princesa adolescente (la década anterior había sido Julia Roberts haciendo de prostituta, para que vean cómo cambian los tiempos) perfectamente fabricada para el público juvenil, el auténtico dueño de las salas de la actualidad. Era una película simple, aseada y sin complicaciones.

Ya no quedaba nada más que contar, pero aún así hicieron la segunda parte. Lo cierto es que se puede entender como un objeto terrorista, un ataque (involuntario) contra los tópicos de este tipo de películas. Contra el famoso 'y fueron felices y comieron perdices', porque al fin y al cabo, la historia de amor que Mia Thermopolis vivía en la primera parte, desaparece por completo en esta segunda. Ni rastro de su enamorado de su primera parte, ya que en el fondo, nos quieren decir, aquella era una historia sobre una chica que tenía que aceptar sus responsabilidades, más que una historia de amor. Pues bien, esta sí que es una historia de amor. El afortunado en cuestión es Chris Pine, que antes de ser el capitán Kirk de Star Trek realizó cosas tan oscuras como esta.

La película es una mera excusa para volver a los personajes de la primera parte, la adolescente deslenguada y grosera convertida en una fina princesa, y su abuela, la fría y estirada reina de Genovia, interpretada por Julie Andrews. El hilo argumental es que Mia, para poder ser reina, debe casarse antes de la coronación, así que se produce una tensión entre ella, que busca el amor verdadero, y la presión de la Casa Real, que busca un enlace formal que asiente su monarquía. Poco más hay que añadir, sólo que Anne Hathaway acabó tan frustrada de esta película y de la fama que le reportó que justo después hizo 'Havoc', una película de adolescentes en la que interpretaba a una adolescente sexualmente hiperactiva.

A favor: La carismática presencia de Anne Hathaway y Julie Andrews.

En contra: Que todo sea tan rutinario.