Libertad para no verla
por Rodolfo SánchezAlguien debería algún día investigar el gran número de directores norteamericanos que comenzaron su carrera durante los años ochenta, especialmente en el terreno de la acción y la ciencia ficción y que paulatinamente fueron abandonando el cine para acabar dirigiendo capítulos de series de televisión.
Daran Sarafian, director de la inefable Libertad para morir, es uno de ellos. Un director plano, sin imaginación y sin capacidad que, evidentemente, terminó lejos de las grandes pantallas. Quizá sea Libertad para morir su película más conocida junto a Velocidad terminal, aunque esto se deba a que su protagonista, Jean-Claude Van Damme, que por entonces pasaba por ser el actor de acción del momento. Libertad para morir, un título en castellano para salir corriendo, no es más que un vehículo para que el actor nos brinde, a quien quiera atender, de sus excelencias en las artes marciales. Ya está. El resto, el argumento y demás elementos que dan forma a una película, es mero ornamento que no sirve de nada en este caso. Y, por tanto, queda la recomendación de este título para los fervorosos del actor, que los hay aunque parezca mentira, y al resto que se abstengan de ver semejante disparate.
A favor: Si te gusta Van Damme, es estupenda.
En contra: Si no te gusta, que es lo medianamente lógico, es inefable.