Una historia de amor inusual
por Rodolfo SánchezA pesar de un comienzos de carrera durante mediados los setenta interesante y algunos títulos meritorios durante los ochenta, la carrera de Bruce Beresford nunca ha sobresalido demasiado. Un buen artesano, siempre correcto, con una imaginación visual algo limitada pero sin resultar aburrido. Es decir, convencional pero sin llegar a ser, grosso modo, plano del todo. Sin embargo, con Paseando a Miss Daisy se encontró con una obra ganadora del Pulitzer para no tener más que seguir un guion sólido y bien armado y amarrarse a Jessica Tandy y Morgan Freeman, los dos protagonistas y, sin duda alguna, lo mejor de la película. Gracias a ellos los muy buenos diálogos de la obra se trasladan a pantalla con brío y energía, con gracia y a veces con ternura, entregando unas interpretaciones excelentes. Suficiente para hacer que el visionado de Paseando a Miss Daisy valga la pena. Pero Beresford y su guionista, autor de la obra de teatro, acaban derivando la película hacia el peligroso terreno del melodrama made in Hollywood, es decir, hacia la lágrima fácil.
Y así, todo lo bueno de la película acaba naufragando en un final empalagoso, aunque evidentemente previsible, que hace de la película un buen producto, manufacturado para la taquilla y los premios, consiguiendo ambas cosas. Pero dejando de lado ese final y esas claras intenciones de manipulación emocional, la verdad que merece la pena subirse a ese coche con esos dos actores, aunque después la película se olvide fácilmente.
A favor: Tandy y Freeman.
En contra: El final, no puede ser más empalagoso.