Cabaret con naftalina
por Diana AlbizuNo se puede negar que el cine esté presente en la herencia genética del francés Christophe Barratier (hijo de la actriz Eva Simonet y sobrino del director Jacques Perrin), pero su forma de abordar el arte cinematográfico carece de toda frescura o inventiva. Que no de éxito comercial y cierto prestigio crítico mainstream, ojo. Desde su debut con la taquillera 'Los chicos del coro' (2004), ha conseguido tanto el beneplácito del público adulto con propensión a la lagrimilla como la presencia asegurada en las nominaciones de los premios César e incluso Oscar. Algo que no extraña observando 'París, París', su segundo largometraje y consolidación de lo que podemos llamar su "mirada": películas de época (ésta se desarrolla en París durante 1936) en las que se glorifica con imágenes empañadas de nostalgia sepia la humanidad de unos personajes entrañables vinculados con el mundo del espectáculo y enfrentados a las penurias de su tiempo.
En definitiva, pura pornografía nostálgica de cineclub que, no obstante, se sustenta en el redondo físico de Gérard Jugnot como protagonista y en las canciones de Reinhardt Wagner (música) y Frank Thomas (letra) como elementos de engrase. En este caso, al contar la historia de un decadente music-hall parisino puesto en pie por un grupo de entusiastas, la excusa musical cristalizada en interpretaciones de Nora Arnezeder resulta más digerible que los canturreos infantiles de 'Los chicos del coro', eso sí.
A favor: La ambientación de época tiene cierta ambición visual.
En contra: La historia y su blando tratamiento están gastadísimos.