El mundo del exceso es tuyo
por Nestor HidalgoSegún se cuenta, la terrible escena de la motosierra en la bañera hizo que espectadores tan respetables como los escritores Kurt Vonnegut y John Irving abandonaran su asiento del preestreno. También fue en ese momento cuando Martin Scorsese susurró al oído de Steven Bauer que la película lo iba a tener crudo en Hollywood si les retrataba así, porque en realidad era lo que estaba haciendo. Y es que esa secuencia es el brutal punto de inflexión en el que 'El precio del poder' pasa de ser la historia de un inmigrante cubano en los bajos fondos de Miami a convertirse en una de las leyendas de ascenso y caída más violentas y sangrientas del cine, amén de parábola de ambición y exceso capitalista sin parangón.
Cualquier expresión del lujo de los 80 elevado a su máximo horterismo se encuentra en los planos de esta película, que, pese a que Brian De Palma no corta en ningún momento su atletismo formal, tiene una capacidad enorme para dar entidad a sus espacios, exteriores playeros e interiores de neón. El prolijo guión de Oliver Stone, escrito en gran parte hasta las cejas de cocaína, hace una actualización modélica de la 'Scarface' (1932) de Howard Hawks, pilar del cine policiaco; del mismo modo, el Tony Montana de Al Pacino consigue el mismo nivel de fascinación basada en el carisma del impulso decadente que Paul Muni cuatro décadas antes. La película es Tony. La historia va pegada a él y la forma se adecúa a sus estados mentales, ya sean el instinto de supervivencia, la impulsividad suicida, la euforia, la paranoia (inolvidable la secuencia en el coche con la bomba), el egoismo o la rabia absoluta.
A favor: Su excesivo metraje de 170 minutos no pesa en ningún momento.
En contra: Que involuntariamente ensombrezca el nombre de la 'Scarface' original de Howard Hawks entre las nuevas generaciones. Al menos, De Palma y Stone le dedican la película a Hawks y Hecht.