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Soy director de cine, egresado del IDAC, el glorioso Instituto de arte cinematográfico de Avellaneda. Entre las cosas que aprendí está el quitarle el jugo a la imagen, al sonido, a los personajes, al montaje, etc. Y creo que esta miniserie, ha cumplido con todo esto, y más. Desde la ambiciosa y acertada estrategia de entremezclar los famosos cuentos de Poe, y darle un giro, incluso crítico y de denuncia social; hasta la manera de poner en escena las más cruentas muertes, con un toque de fino relato, la miniserie, se destaca en todo. Las actuaciones, sobre todo, las del protagonista y su hermana; la fotografía, los diálogos, los monólogos y la combinación de la poesía de Poe, hacen de esta serie una obra maestra. Claro que, para el común de los espectadores, acostumbrados a consumir en vez de apreciar, acostumbrados a lo banal de los efectos especiales y a los típicos clichés baratos de las películas de terror, esta serie seguro les parecerá aburrida, con poca acción. Pobrecitos. Son precisamente el tipo de público al cual, la serie se dedica a criticar de manera brutal y sarcástica. Y la verdad, de alguna manera, lo que el director parece decir, es que le importa un rábano, lo que este tipo de público opine. Esta serie es muy fina, dirigida a cierto espectador con algún bagaje literario y cinéfilo del tipo clásico. Y ante tanta basura, ante tanta franquicia vacía, para públicos mediocres y elementales, que les salga un granito de calidad, al mundo mediocre, es algo que celebro con creces y satisfacción.