Tomas asiento, se apagan las luces, disfrutas de buena remesa de tráilers que te harán ojitos para que vuelvas pronto y comienza la película. A veces con la sala más llena, otras más vacía, con o sin palomitas. Y según parece, a partir de ese momento, puede pasar cualquier cosa.
No nos asustemos, lo normal es ir al cine y que lo más reseñable que suceda, al margen de lo que nos guste, es que demos con algún "compañero" de visionado que deseamos se hubiera quedado en casa, pero lo cierto es que hace un tiempo les preguntamos a nuestros lectores sobre las cosas más raras/locas que les habían pasado en una sala de cine y algunas respuestas nos dejaron más descolocados que el final de El sexto sentido.
La consulta popular partió de mi propia experiencia personal, tras haber contado en un sinfín de ocasiones con mis allegados que compartí sala con los Reyes de España viendo una de las últimas Star Wars, pero no tardé en darme cuenta de que compartir sala con la más alta aristocracia tampoco tenía nada de especial cuando podría haberme tocado al lado un fetichista de pies, alguien capaz de orinar en su refresco o cualquier otro incómodo o loco momento de los que habéis compartido con nosotros.
Como imaginarás, las anécdotas más habituales tienen que ver con lo que más molesta a las personas cuando están en un espacio limitado junto a otras personas: las personas. Sin embargo, muchos lectores no han podido olvidar las desagradables "visitas" no humanas que experimentaron alguna vez, como "una gigantesca rata" durante la proyección de Jóvenes y brujas en 1996 que hizo que todos los espectadores de la sala acabasen subidos en sus asientos, o el grupo de desagradables murciélagos que sobrevolaban la sala de los cines de Quilpé (Chile) cuando se proyectó Drácula de Bram Stoker en 1992.
"Se me cayeron todas las palomitas en el pelo rasta de la persona que estaba sentada delante"
Pero si encontrarte con criaturas de todo tipo te parece demasiado exótico y con gente con costumbres asociales demasiado habitual, preguntar a los espectadores qué cosas les han pasado en las salas de cine nos han hecho darnos cuenta de que hay algunas situaciones que son auténticos clásicos.
Uno de ellos los problemas técnicos. "Viendo El planeta de los simios, se fue la luz varias veces, una de ellas casi una hora", relata un lector. El problema es que, "cada vez que volvía la luz, ponían la película desde varias escenas antes". Una tortura que hizo que la película durase cuatro horas y terminó con sus nervios, pero que, dejando a un lado los múltiples avisos de bomba que nos habéis contado, al menos no estuvo a punto de dejarle sordo, como relata otro de los comentarios de Facebook:
Me pasé toda la película tapándome los oídos
"Cuando fui a ver Expediente X no sé en qué estaban pensando pero pusieron el volumen a tope. Me pasé toda la película tapándome los oídos", explica el usuario antes de profundizar en porqué no salió de la sala y se quejó: "Era lo más fácil, pero yo era un niñó y mi madre no tenía ganas de moverse".
Otro clásico son los momentazos compartidos. Esos capaces de unir a un montón de desconocidos aunque solo sea durante unos minutos. Hay decenas de comentarios así cuando les preguntamos a los lectores sobre momentos locos en el cine. Desde varias menciones a uno de los más recientes, con aplauso, ovación y vítores con la escena sorpresa que nos aguardaba en la recta final de Spider-Man: No Way Home, hasta recuerdos que se remontan a estrenos de hace décadas y que ahora son películas míticas, como cuando "Viendo Carrie, cuando la mano surge de la tierra, toda la sala empezó a chillar". También Capitán América levantando el Mjolnir en Vengadores Endgame levantó a toda una sala -estamos seguros que a más de una- y una peli de Bruce Lee incitó a los espectadores a volverse un poco o demasiado locos en un cine de verano.
"Cuando fui a ver Karate Kid de adolescente y Daniel hace la grulla y le da el golpe definitivo a Johnny Lawrence. Todos nos levantamos gritando y aplaudiendo como locos, casi nos perdemos el resto de la película", recuerda un usuario en Facebook. Otro, cómo los empleados de un McDonalds cercano se acercaron a la fila para ver Star Wars: Episodio I para atenderles directamente allí, y otro más cómo la broma en voz alta sobre los testículos de un personaje fue capaz de hacer arrancar las carcajadas de todos los demás.
Pero el clásico de los clásicos son sin duda los momentos de vergüenza propia (algunos también ajena) en los que curiosamente nadie se extiende demasiado, pero que nos han sacado algunas sonrisas y demostrado que en las salas de cine puede pasar cualquier cosa: un sinfín de confusiones de sala, los padres que llevaron a su hijo pequeño a ver La fiesta de las salchichas, el hombre que salió a hacer pis y no pudo volver a encontrar a su mujer en la sala (spoiler: a ella le dio igual, porque estaba living viendo Bohemian Rhapsody), el joven al que se le cayeron las palomitas en la cabeza del de delante, el hombre que fue después de una comida copiosa y acabaron despertándole los trabajadores del cine y todos aquellos (unos cuantos) a los que les pillaron haciendo cositas que no eran ver la película.
¿Mi favorita? La del anónimo compañero de butaca de uno de nuestros lectores, que salió un momentito a comprarse una chaqueta al Carrefour porque tenía frío.
¿Pero cómo pudimos estar tanto tiempo sin ir al cine?