Santiago Mitre viene de arrasar con Argentina, 1985, preseleccionada por Argentina para competir en los Oscar como Mejor película internacional. Crítica y público han caído rendidos ante este relato de los juicios contra los responsables de la dictadura miliar más sangrienta de la historia argentina. Un brutal ejercicio de memoria histórica que ha hecho que todos hablen de Mitre. Por eso el estreno de su nueva película -que no última, pues fue rodada antes de Argentina- llega en el momento idóneo.
En Pequeña flor, la historia sobre un matrimonio que, tras años de felicidad, se dan cuenta de que ya no disfrutan el uno del otro. El plan de él es quedar todos los jueves con su vecino Jean-Claude y así salvar su pareja. Una cinta alejada de su último estreno que reivindica la rutina cómo solución a los problemas existenciales. En cines desde el 9 de diciembre.
2022 es el año de Santiago Mitre. Argentina, 1985 es, sin duda, una de las grandes películas del año pero yo, además de buena, la veo tremendamente virtuosa. Porque has conseguido cuadrar lo artístico con lo comercial con una inteligencia bárbara. Y gracias a eso la ha visto muchísima gente. También a que es una película apoyada por Amazon, claro.
Sí, en Argentina se vio muchísimo. Pero aún podía haberse visto más porque no obtuvo el apoyo de las grandes cadenas y tuvo que distribuirse en salas de manera independiente, en pequeñas salas de exhibición locales. Y aún así hicimos unos números inesperados. Es la película más vista desde la pandemia. Superamos el millón de espectadores. Y eso que coexiste con su exhibición en Amazon Prime Video. Ha sido un fenómeno que ha superado lo cinematográfico. Que una película que habla de cómo la gente sacó adelante un proceso imposible esté recibiendo el cariño de tanta gente viéndola en comunidad es algo precioso.
Desde que descubrí tu cine con El estudiante (2011) siempre que me refería a ti te llamaba “el Michael Mann argentino”. Y mira que ni La cordillera (2017) ni Pequeña flor (2022) tienen nada de Mann.
A mí me hace mucha gracia. Me gustan mucho algunas películas de Michael Mann. Heat, The Insider, Ladrón… Collateral también era muy chula. Ya en una zona filosófica muy interesante. Quizás Corrupción en Miami es más floja. ¡No sé si es un director con el que me miro como reflejo! Lo bueno de no parar de hacer cosas es que uno va ya tratando de entrar en lógicas que son propias. No se trata de querer ser tal persona, porque si no uno deja de existir.
Para encontrar esa voz, ese estilo, llevas años colaborando con Mariano Llinás, un grandísimo director que casi siempre colabora como guionista en tus películas.
Sí. Mariano es un tipo increíble con un talento fuera de norma. A mí me encantan sus películas. Él fue mi profesor en la escuela de cine, aunque sólo me saca unos pocos años. Fue él quién me animó a que me pusiera detrás de la cámara. Me ayudó mucho a la hora de empezar a dirigir. Con los años hemos establecido una alianza artística de la que me siento muy orgulloso. Él es un modernista, un militante extremo del cine más militante. Así que cuando trabaja conmigo se divierte mucho haciendo cosas más suaves. Y luego se hace propias las películas. Y eso es maravilloso. Es muy lindo trabajar con un amigo, pero es aún más lindo trabajar con alguien como Mariano Llinás, que es uno de los mejores directores del mundo.
Pequeña flor tiene un título cercano a La flor (2018), obra maestra de Mariano Llinás
Ja, ja, ja. ¡Es cierto! Y también creo que es de todas mis películas la que más se acerca a la obra de Mariano. Pero la verdad es que ya estaba todo en el libro de Iosi Havilio que adaptamos.
¿Se rodó antes que Argentina, 1985?
Correcto. Filmamos antes que llegara la pandemia. Luego toda la posproducción quedó parada por la misma. Como la habíamos rodado en Francia a mí el encierro sanitario me cogió en Argentina. Así que teníamos que montar por Zoom la película. Yo tenía que empezar ya Argentina, 1985 y hubo momentos que rodábamos una por la mañana y montábamos Pequeña flor por la noche. Al final una adelantó a la otra, con lo que ha tardado al final dos años en estrenarse.
A mí de Pequeña flor me encanta su reivindicación de la rutina cómo solución a los problemas existenciales
¡Eso es porque te estás poniendo viejo como yo! [risas]
Es que superados los 40 al final uno dice “si es que dónde está uno bien es en casa”
Totalmente. A ver, no sé si es verdad, pero me gusta creer en ello. Porque la película te habla de la rutina como una forma de placer, de reconciliarse con el hacerse adulto. Es una idea poética que también envuelve la relación romántica. Y me gusta que la película lo contenga, aunque no parezca algo lógico. ¡También es verdad que la rutina en la película implica realizar muchos asesinatos!
Siendo un hombre que viene del guión, cuando preparas nueva película, ¿piensas primero en las imágenes o en las palabras?
Uhmmmm. Hay muchas cosas que ya se definen en la escritura. Sobre todo los ritmos, los diálogos, una estética de actuación. Y lo visual se decide más en el trabajo de campo. Por ejemplo invierto mucho tiempo en localizar. Es ahí donde empiezo a pensar en intenciones de encuadre, de movimientos de cámara… Pero no están disociadas. De hecho, jamás he dirigido un texto que yo no haya escrito. Aunque las trabaje luego de forma separada.
¿La imagen final que consigues se parece a la inicial que pensaste?
Bueno, ¡nunca he hecho una película que no me haya gustado! Al menos la primera vez que las veo [risas]. Creo que las imágenes que tengo al empezar a trabajar son muy claras, aunque luego llevarlas a cabo conlleva un esfuerzo moderno. Es un proceso muy lindo.