La Navidad es una época repleta de rituales que se repiten incesantemente a lo largo de los años. La Nochebuena, el Fin de Año, la comida de Navidad, la noche y la mañana de Reyes… son todos ellos momentos que atesoramos como oro en paño, que son testigos de abrazos, risas y conversaciones que se prologan hasta altas horas de la madrugada.
Ah, sí, también toca ver, por enésima vez, ‘¡Qué bello es vivir! Porque si de algo estamos cien por cien seguros es que alguna cadena de televisión, ya sea privada o pública, o local y regional, la va a emitir desde hoy hasta que llegue el 7 de enero. No se admiten discusiones. El inmortal clásico en blanco y negro de 1946, dirigido por Frank Capra y protagonizado por James Stewart y Donna Reed, es tan Navideño como el mazapán y el roscón de reyes, el mercadillo de artesanía o tu cuñado contando chistes políticamente incorrectos.
¿Qué sería de nuestra Navidad sin ¡Qué bello es vivir!?
¡Qué bello es vivir! respira Navidad por sus cuatro costados. Su historia es un conjunto infalible de buenas intenciones y un mensaje que cala hondo y que derrite hasta el más duro de los corazones. Todos acompañamos el periplo cuasitrágico de George Bailey como si fuera nuestro. Su enamoramiento es el nuestro. Sus problemas son los nuestros. Y es, además, uno de los alegatos antisuicidio más poderosos que se hayan filmado nunca. Puede pecar de ingenuo a estas alturas de la vida, por supuesto, porque vivimos tiempos cínicos y descreídos. Precisamente por eso, títulos como este son tan necesarios. Nos recuerdan el poder de la empatía y la solidaridad. Valores que deberíamos tener todo el año, no solo en Navidad.
Por cierto, si te estás preguntando por qué es (o más bien era hasta hace poco) tan habitual ver esta película en la TV en Navidad (yo la he visto en emisión, simultáneamente, en dos canales distintos), tiene una buena explicación: a alguien (seguramente luego fue despedido) se le olvidó renovar el copyright de la cinta en la década de los setenta. Cualquier emisora de TV podía emitirla gratis sin rendir cuentas a ninguna productora o distribuidora. Y a nadie le amarga un dulce, y menos si es gratis. Dos horas de relleno televisivo sin coste, en Navidad, y con un producto de calidad.
Posteriormente, Paramount recuperó los derechos de la cinta, pero el mito ya se había creado: ¡Qué bello es vivir! se había convertido en la película de la Navidad (de todas las Navidades) por antonomasia.
Siete curiosidades que quizás no sabías de ¡Qué bello es vivir!
- Esta película supuso el regreso de James Stewart al mundo del cine tras la Segunda Guerra Mundial, en la que había sido piloto de aviones. Contaba con 38 años y debía aparentar una edad mucho menor, algo que se consiguió con iluminación y maquillaje. En el momento del rodaje, Stewart sufría de estrés postraumático: durante dos largos años se dice que solo se alimentó de mantequilla de cacahuete y helado y casi pierde la vida en dos ocasiones.
- El guion de ¡Qué bello es vivir! está basado en un relato corto llamado ‘The greatest gift’. En dicho libreto participó el prestigioso guionista Dalton Trumbo.
- Bedford Falls, el pueblo donde se desarrolla la historia, fue construido en solo dos meses y se convirtió en el más largo jamás hecho para una película estadounidense. Incluía 75 edificios y tiendas, una calle principal, un distrito industrial, una zona residencial y otra de barrios marginales.
- De entre todas las películas que dirigió Frank Capra, asegura que esta es su favorita. Asimismo, James Stewart ha declarado en numerosas ocasiones que el personaje de George Bailey es su preferido.
- Aunque la película sea ya un símbolo de la Navidad, has de saber que se rodó una tremenda ola de calor.
- Seguro que recordáis la escena en la que el Sr. Gower abofetea un joven George. Pues al parecer, y según Robert J. Anderson, el niño actor que interpretaba el papel, la bofetada y la sangre fueron reales. H.B. Warner, que daba vida al farmacéutico, estaba borracho en el momento de rodar esa escena.
- Es una de las películas favoritas de Steven Spielberg.