La historia del cine es larga y a lo largo de los años nos ha brindado una colección de producciones cinematográficas mundiales tan extensa que prácticamente es tarea imposible contabilizar. Es casi mágico que las ideas no se agoten nunca y que los directores, guionistas y otras figuras de la industria sigan teniendo el potencial de sorprender a los espectadores, ya sea a través de historias, de las distintas formas de contarlas o de la increíble evolución de las técnicas a su servicio. Entre un sinfín de géneros y subgéneros, obras maestras, sagas interminables y un largo etcétera, no faltan las que podríamos denominar como obras impactantes. Largometrajes que se atreven con historias capaces de abrir los ojos a cualquiera y que a menudo no temen en apostar por lo enfermizo, la ultraviolencia e incluso el sadismo gratuito.
Ahora son casi más habituales, pero son otras producciones más o menos recientes las que asumieron la tarea, para la fortuna de los que adoran este tipo de proyectos, de establecer ciertos antecedentes. Es el caso de la asombroso Funny Games, una impactante película que se estrenó hace apenas 25 años.
La proyección de Funny Games de Michael Haneke en la selección oficial de Cannes de 1997 fue una de las más agitadas de la historia del festival, incluso para aquellos, como confesó el que fuera presidente del Festival Gilles Jazob, que están acostumbrados a que determinados títulos generen polémica. Tal fue la controversia, que la película, lejos de pasar desapercibida, creo una enorme división entre defensores y detractores.
La cinta era la historia de una familia normal y pacífica, formada por Anna, Georg y su hijo Georgie, quienes se disponían a pasar unos días de descanso en una pequeña casa campestre hasta que unos extraños vecinos que se han alojado en la casa de al lado comienzan a hacerles la vida imposible. Un ataque violento y peligroso que hara necesario que la familia saque toda la fuerza que lleva dentro.
En ella, el cineasta austriaco, que ya se había dado a conocer con películas ya de por sí escalofriantes y fascinantes, llevó el malestar a un punto de incandescencia nunca alcanzado con Funny Games.
Armado con una puesta en escena sobria e implacable, rompiendo regularmente la cuarta pared, Haneke no da tregua al espectador en esta historia de una familia secuestrada y torturada por un dúo de jóvenes sádicos. Paralizado por el espectáculo abyecto que se desarrolla ante sus ojos, el espectador es prisionero de su deseo de voyerismo y de su gusto por la violencia. Una experiencia que se mantiene intacta incluso 25 años después de su estreno.
El impacto que dejó la película, que fue objeto de un 'remake' americano también firmado por Haneke en 2008, sigue siendo tan abrumador como siempre. Y reservado para un público no especialmente sensible que sabe lo que viene a ver. Funny Games está disponible en 'streaming' para los suscriptores de AContra+.