Nada más arrancar esta película del director Wayne Berwick, los títulos de crédito nos dejan claras sus intenciones: un primer plano del gran escote de una voluptuosa joven caminando por la calle. Poco después la chica se asoma a una obra en el barrio, lugar donde el protagonista de la historia (Donald) se encuentra a la hora del almuerzo junto a sus compañeros de la construcción. Mientras la rubia mira por un ajugero, un tipo que camina por la calle aprovecha para abusar de ella tocándole el trasero. Sin saber cómo ni porqué, los pechos desnudos de la joven se introducen por la cavidad de madera por la que estaba espiando, mientras que los dos compañeros de Donald (al que da vida Jackie Vernon) salen corriendo para no perderse el espectáculo. El protagonista de la historia, por su parte, abre su nada apetecible bocadillo relleno con un enorme cangrejo en una escena que pretende ser cómica pero que, a día de hoy ofendería y sería censurable casi por la totalidad del público. Así comienza la desagradable e incorrecta La masacre del microondas (1983).
El protagonista, Donald es un infeliz obrero de la construcción que se queja constantemente de que su mujer no le tenga preparada una rica cena cada vez que llega a casa cansado del trabajo. Llega a odiarla hasta tal punto que se sube con los zapatos sucios sobre el sofá -cuando ella le ha pedido que se descalce- o tiene ensoñaciones con asesinarla con una katana. En este matrimonio se respira amor. Su esposa tiene predilección por una supuesta comida gourmet que él detesta, llegando a preferir la comida enlatada de su perro a los guisos de ella. Mientras, en la obra donde trabaja siguen colándose chicas despampanantes ligeras de ropa sin que el espectador sepa muy bien por qué.
No hemos vomitado lo suficiente: 'Terrifier 2' es el 'slasher' más taquillero y sangriento del último año y su historia todavía no ha acabadoDonald es un desgraciado que vive en un matrimonio que no le complace, con un trabajo que no desea, una monótona rutina y un destartalado coche que parece más bien un cubo de basura de algún restaurante de comida rápida. Cómo decía Santiago Segura cuando creó al personaje de Torrente: "dan ganas de ducharte cuando le ves en pantalla". Para colmo de males, sus vecinos son una especie de grupo de libertinos que se pasan el día practicando todo tipo de divertimentos sexuales, lo que hace que el protagonista se sienta aún más desdichado. Una noche, llegando ebrio a casa, escupe sobre el plato de la cena de su mujer y se orina en la chimenea de la casa. Tras la enajenación transitoria de su marido, su mujer le grita que no volverá a cuidar más de él, por lo que Donald entra en cólera y la golpea hasta matarla usando un molinillo de pimienta. Ojo, que esta escena de violencia doméstica no nos haga olvidarnos que estamos ante una comedia gore presuntamente muy gamberra. ¿Está justificando el director la violencia machista? Eso queda a la interpretación del espectador.
A la mañana siguiente, Donald se levanta con una tremenda resaca y no recuerda haber asesinado a su esposa, hasta que ve su cuerpo metido en el nuevo microondas familiar. Su locura ha llegado hasta tal punto que decide desmembrar a su difunta esposa y meter sus extremidades en la nevera y dejar la comida que su esposa tenía allí en un cubo. Pero sin darse cuenta, el brazo envuelto en papel de aluminio de su mujer cae sobre el resto de la comida envasada y el protagonista la confunde con un bocadillo cuando se levanta con hambre una noche. Cuando descubre que está mucho más sabroso que la comida que solía llevarse a la boca, decide cocinar poco a poco los restos de la mujer asesinada usando el mismo microondas en el que la encontró.
A partir de ahí se desata la masacre y por las manos asesinas de Donald van pasando todo tipo de víctimas a las que convertirá en suculentos platos: desde una prostituta callejera, hasta una chica vestida de gallina que promociona un restaurante de pollo frito. El protagonista mata y se come a toda mujer que pasa por sus manos y las prepara de diferentes -y grotescas- maneras que van desde hacer bocadillos con ellas a cubrirlas con mahonesa. El buffet de la caspa y la comedia de trazo grueso.
En cuanto a los aspectos técnicos tampoco se puede decir que esté mal rodada o existan grandes fallos tras la cámara; el director Wayne Berwick en la mayoría de las veces simplemente se dedica a poner la cámara ante los actores y dejar que estos interpreten su espantoso guion. Que nadie espere asombrosos 'travellings' o escorados contrapicados. De hecho, en algunos momentos parece que estemos viendo el rodaje de una mala obra de teatro. A pesar de estar filmada en 1983 su factura y resultado rezuman aroma del cine 'underground' de los años 70. Los efectos gore y de maquillaje no pasan de ser partes de maniquíes desmembrados, cabezas modeladas con cartón y litros de sangre falsa que causan estupor con su visionado en pantalla.
Las actuaciones -por decirlo de alguna manera- de su elenco van de lo amateur a lo histriónico, empezando por la mujer del protagonista que hace gala de un repertorio de gesticulaciones y expresiones dignas de un pasadísimo Chris Tucker en sus funciones de instituto, y acabando por las diferentes víctimas de Donald que se limitan a enseñar carne delante de la cámara.
En cuanto a los diálogos, son un compendio de conversaciones misóginas y machistas que aderezan multitud de secuencias sonrojantes que no conducen a ningún sitio. "Mi mujer podría realizar esos hobbies que tanto le gustan desde la cocina" o "mi esposa se pasa el día maquillándose para vete tu a saber qué" son algunas de estas incorrectísimas líneas de guión. Unas frases que parecen estar escritas por algún tuitero de extrema derecha bajo los efectos de grandes cantidades de alcohol y de LSD. Los personajes femeninos que deambulan por ella son o bien meros objetos sexuales, mujeres totalmente descerebradas o simplemente detestables como la estridente esposa de Donald, el protagonista.
"Tras investigar y ver a una mujer comer piedras, seguía seducida": Este 'thriller' psicológico de Prime Video es una experiencia perturbadoraLa banda sonora cargada de ritmos 'funk' recuerdan a un producto propio de la 'blaxploitation' de los 70 en la línea de Shaft o Coffy. En otras ocasiones no pasa de ser una repetitiva composición de sintetizador para acentuar los momentos de locura psicópata del protagonista.
El filme es una concatenación de escenas supuestamente divertidas -si tu humor es similar al de Jair Bolsonaro- cuya carencia de sentido y vacuidad en sus diálogos, en ocasiones, generan en el espectador una sensación de incredulidad ante lo que está viendo en la gran pantalla. Unos diálogos mal construídos en unas conversaciones desconcertantes aumentan mucho más el nivel de 'WTF?' en la mente del público.
"Eres un anticonceptivo andante, ya no recuerdo la última vez que fuiste romántico conmigo" le espeta la histriónica mujer del protagonista. También otro momento en el que en un repartidor se planta en la puerta de la vecina a decir: "¿Señora, quiere su leche hoy?", antes de que la lujuriosa mujer le arrastre dentro de la casa agarrándole por el pantalón. Son algunas de las pocas líneas de diálogo con las que el espectador puede atisbar una pequeña carcajada. Otro de los chistes que funcionan son cuando el protagonista está haciendo brochetas para una barbacoa con verduras y partes del cuerpo de su esposa asesinada. Pero hay pocos momentos divertidos más.
La masacre del microondas es un largometraje cutre, casposo y desagradable. Un filme tan políticamente incorrecto y de mal gusto que, en lugar de encumbrar a su director como ocurriese con John Waters y su Pink Flamingos, condenó al cineasta Wayne Berwick a no trabajar más tras las cámaras hasta el año 2005 cuando filmó la cinta de serie Z The Naked Monster. Pero que, sin duda, hará las delicias de los amantes del cine más bizarro y los buscadores incansables de piezas 'underground'.
La masacre del microondas se encuentra disponible dentro del catálogo de películas de terror de la plataforma de 'streaming' de Prime Video.
Si quieres estar al día y recibir los estrenos en tu email, apúntate a la Newsletter de SensaCine