Tim Burton nos tiene acostumbrados a personajes siniestros y ambientes oscuros, pero siempre guarda mucho corazón dentro de sus historias. Aunque Eduardo Manostijeras pueda dar miedo a simple vista, después es un ser con mucha más delicadeza y ternura que cualquiera de sus vecinas. En el caso de Charlie y la fábrica de chocolate sucede al contrario. La película rebosa color, pero es mucho más cruel de lo que aparenta.
Charlie y la fábrica de chocolate está disponible en Prime Video.
En el centro de la historia está el pobre Charlie (Freddie Highmore), quien viene de una familia tan humilde que apenas consigue comer cada día. Un día gana uno de los cinco boletos dorados repartidos por todo el mundo. Esto lo convierte en uno de los pocos elegidos para realizar un recorrido por la legendaria fábrica de chocolate de Willy Wonka.
"Podría haber contraído una enfermedad": Tim Burton flipó cuando esta actriz se metió un pájaro vivo en la boca para rodar una de las mejores películas de superhéroesLo que parece una visita de ensueño se transforma rápidamente en una trampa en la que los niños más maleducados caen fácilmente. Así por ejemplo vemos cómo Violet, una niña demasiado orgullosa, se transforma en una bola morada porque prueba un chicle experimental o cómo Mike Tevé termina desproporcionado tras meterse en la televisión. Todo esto está presente en el libro original de Roald Dahl, pero Burton siempre consigue darle un aura tenebrosa fácilmente identificable.
La actuación, los escenarios y el tono especial de Depp hacen que la película de Burton sea una mezcla de delirio de fantasía y préstamos ocultos de terror. En ese mundo tan colorido hay una pesadilla que podría convertirse en una cinta de terror muy fácilmente: cualquier niño maleducado quedará terriblemente desfigurado.
Eso sin olvidar que el propio Willy Wonka (Johnny Depp) es un hombre con muchos problemas mentales y un fuerte trauma que le paraliza por completo. Debido a sus trastornos, siente satisfacción al empujar a los niños a la tentación y castigarlos por sus malos actos. A veces, sin una verdadera razón. Es el caso de Augustus, cuyo único error es no poder parar de comer, algo que esconde un poco de gordofobia y que a día de hoy no pasaría el filtro.
La visita de ensueño fácilmente podría haberse convertido en una cinta de terror y, de hecho, si alguien quisiera hacer una nueva versión del clásico de Dahl desde esta perspectiva no tendría que inventarse ningún ingrediente para llevarlo a cabo.
La polémica por el racismo
Más allá de las consecuencias de los actos de los niños, hay otra trama que ha envejecido muy mal: los oompa loompa.
Aunque en la cinta de Burton Willy Wonka se encarga de negociar con los habitantes de Loompalandia para que trabajen en su fábrica -pagándoles con cacao, ojo, ni rastro de dinero-, en la novela original son descritos como personas pigmeas africanas que Wonka sacó de contrabando de África metidas en cajas. No hace falta explicar mucho más. Dahl, que publicó la novela en 1964, tuvo que revisitarla en 1973 y cambió la descripción de los Oomppa Loompa para convertirlos en criaturas fantásticas parecidas a los duendes.
Para llevar a cabo Charlie y la fábrica de chocolate fueron necesarios casi 10 años de negociaciones porque la familia de Dahl no quería deshacerse de los derechos. Habían salido muy descontentos de la cinta de Mel Stuart y Genne Wilder y buscaban a alguien que fuera totalmente fiel a la visión de Roald. Cuando finalmente dieron el visto bueno, Burton entró rápidamente en el juego y los Dahl se dieron cuenta de que era el elegido.
La obra de Roald Dahl se caracteriza por incluir personajes retorcidos que, sin embargo, funcionan a la perfección en la ficción. Algo como la filmografía de Tim Burton, aunque él, al contrario que Dahl, ha tenido que corregir pocos detalles de su carrera.