Marlon Brando fue uno de los grandes sex symbols de Hollywood en los años 50. Tras ser descubierto en el teatro, llevó a la pantalla Un tranvía llamado Deseo y sus ojos se convirtieron en el icono de una generación. Y en 1969, pasados los 45 años, seguía siendo igual de atractivo… pero empezaba a perder el hilo de los guiones (aunque sin llegar a los límites de La isla del Doctor Moreau). Y tenemos la prueba.
¡Que se quema!
En 1969, Brando interpretó a un provocador (una persona que incita a otras a cometer delitos) en Queimada, una película sobre una revuelta de esclavos que, paradójicamente, acaba beneficiando al comercio de azúcar. El actor tenía tanta confianza en la película que rechazó un papel en Dos hombres y un destino y El compromiso: la apuesta le salió regular.
Eso sí, nos sirvió para ver, con ojos modernos, cómo se aprendía los papeles el genio de la interpretación: apuntando los diálogos en una hoja de papel y escondiéndola por el plató. ¿No os lo creéis? Atentos a esta imagen y a su sombrero.
La personalidad de Brando nunca fue sencilla de manejar, y no fueron pocos los que quisieron trabajar con él a base de sonrisas y acabaron escaldados: estaba dispuesto a devolverle al mundo el dolor que le había causado. Eso sí, el resultado final era incontestable. Genio y figura.