La hoja del tabaco hay que secarla, como se secan las pieles de los jornaleros y agricultores de la España rural. Como se secarán, en el futuro, las de las chicas que ayudan a sus padres con el negocio y que, a pesar de tener las puertas de la jaula abiertas, puede que, resignadas, se queden en el pueblo. Las pieles se secan, como las hojas del tabaco, cuando la esperanza se va. Porque no, la esperanza no es lo único que se pierde, sino el agua que la alimenta. Usted el lector decidirá lo que es, para usted, el agua.
En el caso de Secaderos el agua para Nieves (Ada Mar Lupiañez Huertas) es la curiosidad por ver qué hay más allá de Vega de Granada, el pueblo en el que ha nacido. Para Vera, (Vera Centenera Carnero) la niña de Madrid que va a este mismo pueblo para ver a sus abuelos, el agua es la inocencia. Es poder ver lo que para los adultos (por generación, como los padres de Nieves, o la propia Nieves por una madurez autoimpuesta por sus circunstancias) es invisible: el espíritu del bosque.
La mirada de una cineasta andaluza ávida de contar historias
El agua que alimenta la piel de Rocío Mesa es el mismo que el que corre por las venas de las dos chicas protagonistas de su última y preciosa película, Secaderos: la curiosidad. Curiosidad por contar historias, ya sean desde el formato documental (suyo es Orensanz, estudio del artista Ángel Orensanz) como de la ficción pura y dura con elementos fantásticos. “La forma en la que yo me acerco al cine -asegura Mesa- no distingue barreras entre realidad y ficción sino que tanto una como otra son inevitables en la creación, son herramientas. El acercamiento que hago a nivel creativo está marcado por la historia que quieres contar, además de otras cuestiones. La historia de secaderos requería este acercamiento. No me gusta etiquetar.”
La historia de Secaderos se aferra a un lugar y a un acento. Ambos han marcado la historia de un guion que se escribió en 2017 y que ahora, por fin, ha podido ver su autora trasladada a la pantalla grande. Un proyecto personal que ha ido mutando con el tiempo y que es la traducción del cine que ama Mesa, un cine vivo y cambiante: “Es interesante que cada proyecto tenga su propia estructura, diseño, proceso… es este un cine en el que yo creo, un cine vivo y no cercano a los contenidos comerciales donde sí hay parámetros establecidos".
Ojalá siempre las películas siempre fuesen diferentes a lo que uno tenía en la cabeza al principio, señal de que evolucionamos como artistas y no nos cerramos a nada. Por ejemplo, Lucrecia Martel presentó su película ‘La niña santa’ diciendo que habría sido una cosa totalmente distinta si la niña elegida para protagonizarla hubiese sido otra
Esa atmósfera tan real y vívida la ha conseguido Mesa a través de un casting de actores no profesionales provenientes de Vega de Granada. “La mamá de Vera es la única actriz profesional de Secaderos, mi amiga Tamara Arias. El resto es gente de la zona que me ha regalado mucho, una conexión real y emocional con sus personajes, un acento granadino, la memoria corporal de lo agrario…”
La naturalidad de las personas/actores permean a través de los personajes que escribió Mesa para su película: “Tuvimos una sesión larga e intensa en la que los actores y yo leímos juntos el guion, de escritura muy cerrada y ajustada, marcado por un presupuesto muy bajo. Allí, los vecinos se familiarizaron con los personajes y la historia, resolviendo dudas y demás. Esta fue la única vez que vieron el guion, no sabían ni la escena que se iba a rodar cada día. Luego, usaban sus propias palabras para construir sus diálogos y curiosamente eran prácticamente iguales que los que yo había escrito en el papel.”
Es una película muy granaína, la he hecho con mucho amor a mi tierra, se la dedico a los pueblos de Andalucía
Andalucía, por supuesto, y más concretamente sus pueblos, son la pieza fundamental sobre la que se asienta Secaderos: “Me acerco al acento específico de Granada con actores no profesionales, usando su vocabulario, su entonación… Esa forma de hablar está muy presente en la película, y además es muy importante que el acento no forme parte de una característica de su personaje, sino parte de quienes ellos son. Es poner la luz en algo que está invisibilizado, colocar en el centro historias, personajes y formas de expresarse que normalmente no están en primer plano. Poder ver en el Festival de San Sebastián una película en la que se habla en andaluz al 100 % fue algo mágico y maravilloso".
La vuelta a las raíces: una cuestión generacional
Las comparaciones entre Secaderos y películas como El agua de Elena López Riera o Alcarrás de Carla Simón son inevitables. Aunque al contrario que el apego a la realidad de esta última, la propuesta de Secaderos está más cerca de propuestas como Mi vecino Totoro de Hayao Miyazaki o, si nos centramos en nuestra industria, de joyas como Espíritu sagrado de Chema García Ibarra o Destello bravío de Ainhoa Rodríguez. La razón es que Mesa no duda en introducir elementos de realismo mágico en Secaderos: una criatura artesanal rebosante de ternura, creada por los magos de los efectos prácticos DDT, un teleñeco gigante de cabeza animatrónica. “Quería reflejar en la criatura (en el rodaje la llamábamos Nico, de nicotina) un espíritu de la naturaleza sin género definido, que no estuviera ligado al terror, sino más bien a la ternura”. Sin duda, esta decisión acerca mucho una propuesta como Secaderos al universo de Ghibli o a criaturas como La Cosa del Pantano de Alan Moore.
Sobre el cine español más reciente y ese afán por describir historias rurales, opina: “Creo que existe una tendencia actual presente en mi generación que es la búsqueda de las raíces, pero no solo en el cine sino también en literatura (Sara Mesa, Irene Solá) o en música. Esta tendencia puede tener relación con la entrada del siglo XXI, lo digital, con realidades que nos llevan a la nube. A través del arte queremos volver a lo primitivo y a lo terrenal, coger la tierra con las manos.
“Hemos sido una generación más nómada, en la que hemos salido del entorno en el que hemos nacido. Yo me siento afín a todos mis compañeros de generación y me siento muy afortunada de compartir con ellos una época, Y compartimos imaginarios comunes por haber nacido en la misma época y país. Que, por ejemplo, las películas de Elena López Riera o Chema García Ibarra compartan similitudes con la tuya sin conocer los proyectos del otro, a mí me parece algo mágico y precioso.”