Quizás no lo sepas, pero existe una película alemana titulada Der Nachtmahr -The Nightmare en su título más internacional que se traduciría como La pesadilla- que funciona como versión terrorífica de E.T. y se ha ganado un puesto entre las mejores cintas del país de la última década. Lo malo: quizás termines de verla con algo de dolor de cabeza. "¡Esta película me enfermó físicamente y me encantó cada minuto!", escribe un usuario en Letterboxd.
La película empieza con una advertencia: no es apta para los epilépticos. Esto no es nada nuevo en el cine, ya que muchas cintas incluyen un mensaje de este tipo. Pero lo que ocurre en The Nightmare está a otro nivel. Desde la secuencia de apertura en la que se muestra una rave en una piscina al aire libre, el espectador ya se da cuenta de que los efectos estroboscópicos son extremos.
No es la única advertencia que ofrece el filme. Después, The Nightmare te pide que subas el volumen hasta lo más alto para disfrutar de la experiencia al máximo. Quizás tus vecinos terminen un poco hartos de ti, pero habrás visto uno de los experimentos más curiosos del cine de los últimos 10 años.
Avisados ya de esto, vamos a profundizar un poco en la cinta. Der Nachtmarh se centra en Tina, una chica de 17 años. En una fiesta masiva, descubre que hay una criatura en el bosque y decide irse a casa. Después de esa noche, comienza a experimentar pesadillas en las que ese inusual ser la persigue. Cuando la realidad y los sueños chocan, Tina se hace amiga del monstruo y forja una relación que cambiará la vida de todos los que la rodean.
Dirigida por Akiz -también conocido como Achim Bornhak-, la película de terror psicológico se nspira en la pintura La pesadilla del pintor suizo Heinrich Füssli y, así como dato, Kim Gordon -de Sonic Youth- tiene un cameo como una profesora de poesía. Ya te imaginarás que la producción se sale de lo convencional.
Gran parte de la crítica está de acuerdo en que Akiz hace un ejercicio bastante decente. La cinta va a penetrar en tu mente más allá de las luces estroboscópicas. Al final, no importa si la criatura está entre ET y un feto abortado, si es un monstruo real o la manifestación de una psicosis, anorexia o depresión: lo que cuenta es el viaje que el cineasta hace aquí durante 88 minutos inolvidables.