Tom Cruise, antes de subirse al sofá de Oprah a declarar su amor loco por Katie Holmes, empezaba a tener una carrera francamente increíble, compaginando su trabajo como estrella de cine con su vertiente más interpretativa, con la que esperaba ganar un Óscar algún día. Y como parte de este intento por romper con su propia imagen nació Collateral, en la que interpretaba a un asesino en serie montado en un taxi con Jamie Foxx. ¿El resultado? Foxx acabó nominado a un premio de la Academia. Cruise sufrió a todo Hollywood dándole la espalda. No duraría mucho.
¡Siga a ese coche!
Collateral es una de las mejores películas de inicios del siglo XXI, pero tiene un error que podría haber dado al traste con toda la cinta. Sí, es cierto que es picajoso y que sin él sería un corto de un asesino perfecto que no comete errores, pero... ¿Qué necesidad tiene Vincent de subirse a un taxi para matar a cinco personas en Los Angeles? ¿No sería más normal que alquilase un coche, o que un sicario le llevase?
Y es que, para ser un plan sin agujeros en el que no pueden quedar testigos, la idea de que un taxista te lleve de aquí para allá no es todo lo buena que el personaje de Cruise cree. Además, no es el único fallo que comete a lo largo de la cinta. Por ejemplo, al ir a acabar con Annie, su última víctima, se dedica a cortar la luz sin ningún motivo. El resultado es obvio: se le escapa en la oscuridad. Brillante, Vincent.
Collateral es una de esas películas que exige del espectador que pase por alto errores que un asesino solo cometería en el cine, como explicar su plan antes de matar a su víctima o permitir que su único testigo vea todo lo que hace. Eso sí, una vez que lo aceptas, Michael Mann te lleva de la mano por un mundo sórdido, magnífico, único. Un consejo: la próxima vez que vayáis a matar a cinco personas, dejad la idea del taxi. No es tan buena como creéis.