La noche del 14 de abril de 1912 parecía una más a bordo del barco más famoso del mundo: mientras que en las clases más bajas se entretenían tocando el acordeón, en las altas se jugaban partidas de cartas y se cenaba de forma elegante en el gran salón. Nada hacía presuponer que al amanecer del día siguiente 1496 personas estarían muertas bajo el agua y Rose se preguntaría toda una vida si Jack habría cabido en la tabla o no. ¿Cómo no acordarse de Titanic?
Cameron, coge el camarón
James Cameron es uno de los directores más detallistas que ha habido nunca en Hollywood, y en Titanic dio rienda suelta a toda la documentación que tenía sobre el desastre. De hecho, no perdió la oportunidad de meter a personajes reales dentro del barco como Margaret Brown, que sobrevivió tras robarle el bote salvavidas a un oficial, o Thomas Andrews y John Jacob Astor IV, que fallecieron en el choque.
Pero entre el cuidado al detalle exquisito de Cameron destacamos un plano que dura tan solo un segundo y en el que se muestra un reloj colgado en la pared poco después de que el Titanic choque contra el iceberg, cuyas manecillas marcan las 11:40 de la noche. Exacto: es la hora exacta en la que sucedió el impacto. Solo dos horas y media después (la hora que después veremos en otro reloj en la sala de fiestas), el barco descansaría bajo el mar esperando a que los millonarios fueran a verlo un siglo después.
Es difícil hacerse a la idea del bombazo que supuso Titanic en 1997: Leonardo DiCaprio se convirtió en la gran estrella del momento, Kate Winslet lanzó su carrera con más fuerza de la que le habría dado un Óscar (ese que perdió contra Helen Hunt) y James Cameron se convirtió por méritos propios en el Rey Midas de Hollywood. Tardaría doce años en hacer su siguiente película, pero se aseguró de que fuera un exitazo al mismo nivel: Avatar. Si no revienta la taquilla no se queda tranquilo.