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    148 repeticiones para una sola toma: esta película tiene el récord Guinnes por el perfeccionismo del director
    Antonio Bret
    Antonio Bret
    -Redactor
    Amante del cine desde que salió del útero materno y de la escritura desde que tuvo uso de razón. Ambas pasiones mezcladas construyeron un personaje que a veces ni él mismo se soporta

    La película de terror favorita de muchos aficionados esconde en su rodaje una historia aún más terrorífica

    Si existe un director en la historia del cine al que le rodea un aura de ser una pesada complicada que le ponía muy difícil las cosas a los actores, ese es Stanley Kubrick. Poseedor de una intachable filmografía y territorio común entre las charlas de los cinéfilos más perezosos, por qué no también decirlo, Kubrick era una persona perfeccionista hasta el hartazgo, capaz de llevar al límite a su equipo humano.

    El resplandor, una de sus películas más míticas y, de nuevo, carta habitual cuando se le pregunta a la gente cuál es su título de terror favorito, cuenta con un récord Guinness, y no es al peor doblaje de la historia, aunque se lo mereciera. Tal y como nos lo recuerda el medio Collider, la historia del escritor que acaba volviéndose un poco majara al irse con su familia a un hotel aislado cuenta con el récord de mayor número de tomas para una escena.

    El resplandor
    El resplandor
    Fecha de estreno 19 de diciembre de 1980 | 2h 23min
    Dirigida por Stanley Kubrick
    Con Jack Nicholson, Shelley Duvall, Danny Lloyd
    Medios
    3,6
    Usuarios
    4,4
    Ver en MAX

    “Repítela otra vez, Sam”

    Por cada escena que se rueda, los directores suelen tomar varias para que, luego, el montador pueda decidir cuál conviene mejor según la continuidad de la cinta. Lo normal es que se hagan unas cuantas, pero nunca 148 veces. Sí, 148 veces haciendo lo mismo. Como para no volverse loco.

    La escena a la que nos referimos es aquella en la que el personaje de Dick Hallorann (Scatman Crothers) le explica qué es eso del ‘resplandor’ al joven Danny Torrance (Danny Lloyd). En total tiene una duración de cinco minutos y sirvió al director para contar de manera sencilla al espectador (una explicación que, en la película, está destinada a un niño) el don del resplandor. Una escena de vital importancia (si no la que más) que Kubrick no debía tomarse a la ligera. Pero una cosa es tomársela en serio y otra hacer que un niño repita un mismo diálogo 148 veces seguidas. ¿Dónde estaba el defensor del menor cuando se le necesitaba?

    El niño no fue el único damnificado por el obsesivo perfeccionamiento del director británico: Shelley Duvall ha asegurado en numerosas entrevistas haber sufrido un auténtico infierno al tener que repetir 127 veces la escena de la escalera. Kubrick no tardó en echar balones fuera: la repetición insistente de las tomas no era por su afán perfeccionista, sino que los actores no daban la talla (yo me pregunto: si tan perfeccionista era, ¿por qué no eligió, a su criterio, actores mejores?). En una entrevista con Rolling Stone en 1987 aseguraba que si repetía tanto las escenas era porque los actores no estaban preparados para vivirlas. Si tienen que pensar en ellas, no están preparados para actuar.

    Otros directores que han seguido la dudosa estela creativa de Kubrick han sido, entre otros, Sam Raimi: necesitó 156 tomas para la escena de la bandeja en la cafetería en Spider-Man. Sin embargo, otros directores han sido denunciados también por sus dudosas técnicas a la hora de dirigir a sus actores, y que no tiene nada que ver con la repetición de las tomas (aunque también).

    Por ejemplo, las actrices protagonistas de la, por otro lado, impresionante La vida de Adéle, Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos, han declarado haber sufrido abuso emocional durante el rodaje por parte de su director, el tunecino Abdetallif Kechiche. A jornadas de rodaje que se prolongaban más allá de las 18 horas se le sumaba la privación del sueño, la falta de turnos para comer, prótesis vaginales de plástico que irritaron las partes íntimas de las actrices en la comentada escena sexual de 10 minutos… Se denunció, incluso, que Kechiche obligó a las actrices a golpearse entre ellas en una escena de discusión.

    ¿Hasta dónde es moralmente aceptable llegar para conseguir una obra de arte? Habrá opiniones para todos los gustos. Sin embargo, son los actores y actrices quienes deberían tener la última palabra. Y su profesión está en juego. Un asunto peliagudo en el que, desgraciadamente, podemos todavía encontrar ejemplos recientes.

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