No creo que a nadie le venga de nuevas que en España sufrimos una censura severa en el cine durante los tiempos del franquismo (aunque empezara años antes, en 1912): se cortaban escenas, se redoblaban películas e incluso se prohibían totalmente. Obras como Con faldas y a lo loco ("prohibida, aunque solo sea por subsistir la veda de maricones", decían) quedaban absolutamente fuera del circuito de exhibición y otras se volvían más puritanas. Fue el caso de Mogambo, la cinta de John Ford, aunque en este caso la volvieron muchísimo más perversa de lo que jamás fue.
Antonio Resines con la escobilla
La película de 1953 presentaba a una mujer cayendo en los brazos de otro hombre fuera de su matrimonio, en aquel momento tipificado en el código penal como delito. El censor pensó que había una manera de solucionar aquello sin tener que recortar la película, solo gracias a la magia del doblaje: simplemente, el matrimonio no sería tal. Pero aún quisieron dar un paso más allá: para evitar todo pensamiento impuro, les convertiría en hermanos.
Entonces... ¿Por qué dormían juntos y se acariciaban? La censura española consiguió en Mogambo un doble mortal con tirabuzón: convirtió un matrimonio en... ¡Incesto! Eso sí, la parte buena es que ya no había adulterio, solo hermanos acostándose juntos. Mucho mejor, a dónde vamos a parar.
Hubo otros recortes que decían más de la mente de los censores que de la realidad. Por ejemplo, La gran aventura de Tarzán, de 1959, se calificó para adultos porque podía “desviar peligrosamente la atención de los adolescentes de la sexualidad femenina”. La última película en sufrirlo fue El crimen de cuenca, en 1979. De hecho, Pilar MIró se libró de un consejo de guerra por la mínima. ¡Cosas de otra época (por suerte)!