La semana pasada los actores declararon que se iban a la huelga en compañía de los guionistas, que llevan semanas protestando y parados en los piquetes, después de no llegar a un acuerdo con los grandes estudios sobre el futuro de la industria. Hubo muchos asuntos sobre los que hubieron discrepancia, como la compensación económica por el trabajo en plataformas de streaming o transparencia con los datos, pero uno de los temas que más alarma les causó fue el uso de la Inteligencia Artificial.
Entre las demandas de los grandes estudios se encontraba poder escanear la apariencia física de los actores, especialmente de los figurantes, para poder usarlo a conveniencia con la tecnología y pagar sólo por un día de trabajo. Una nueva realidad que les aterra, aunque ya fue descrita en una de las mejores película de ciencia ficción de la última década: El congreso.
Basada en la novela "The futurological congress" de Stanislaw Lem, la película cuenta la historia de una actriz, interpretada por Robin Wright, que se encuentra en una necesidad económica y tiene que aceptar una oferta inusual de los estudios. El acuerdo consistirá en que, a cambio de una generosa suma, estos estudios podrán generar una copia digital de ella que emplearán en todas las películas que quieran y cómo quieran.
La cosa no pinta bien en Hollywood: los actores han ido a la huelga y el cese de actividades implica mucho más que ausencias en los rodajesLa película cuenta esta primera mitad de la película en acción real, mientras que en la segunda mitad cambia al formato de animación para reflejar la transformación de la sociedad hacia algo más abstracto y hasta irreal, donde las imágenes resultan algo en lo que ya no se puede confiar. Un atrevimiento estilístico que alerta muy bien sobre lo que nos puede esperar con la generación indiscriminada de imágenes.
La peligrosa realidad artificial
Hay mucha fantasía en su premisa y en su ejecución, pero no cabe duda de que en los casi diez años desde su estreno nos hemos ido acercando progresivamente hacia su idea central. Una donde los estudios explotan sin miramientos aspectos idiosincráticos de sus actores como su cara o sus movimientos para ir haciendo entretenimiento infinito pero cada vez más insustancial.
Es una de las cosas contra las que quieren luchar los actores en esta huelga histórica, la primera en 60 años donde se juntan con los guionistas para reclamar condiciones más justas. Y bien pueden, porque ya hemos visto casos donde una actriz de Snowpiercer ha denunciado que un día estuvieron siendo escaneados sin decirles muy bien por qué o actores como Jet Li recharazon aparecer hace tiempo en las secuelas de Matrix porque querían crear un archivo digital con todos sus movimientos y su apariencia. Las señales están ahí.
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