A estas alturas no cabe demasiada duda de que Christopher Nolan es un genio cinematográfico. Sólo él es capaz de convertir en un evento tres horas de exploración de una figura histórica como acaba de hacer en Oppenheimer, desafiando además convenciones para dejar extasiado (y en ocasiones confuso) al espectador. Su mente es una de las más visionarias del cine actual.
Sin embargo, hay cosas que ni siquiera su preclara mente puede llegar a resolver, y por eso siempre busca los mejores colaboradores posibles. Una de sus grandes películas supuso un interesante desafío desde el punto de vista del guión, y sólo había una persona en la que podía confiar más que en él mismo para llegar a buen puerto. Cosa que consiguió, ya que El Truco Final (El Prestigio) es una de sus mejores películas.
Basándose en una novela de Christopher Priest, la historia nos lleva por la enemistad de dos grandes magos, interpretados por Christian Bale y Hugh Jackman, que tiene lugar en el Londres victoriano. La lucha por desentrañar los trucos del otro, la serie de cortinas, humos y espejos que conforman el argumento, hacen de esta una de sus películas más intrincadas.
Christopher Nolan se desmarca de todo lo que ha hecho antes con 'Oppenheimer': puro espectáculo cinematográfico en su película más íntimaNolan estaba particularmente obsesionado por esta historia, ya que el contexto de la magia le permitía hacer una metáfora sobre el espectáculo y el cine como ilusiones con los que maravillar al público. Sin embargo, aunque las intenciones eran claras, llevarlas al papel del guion era complicado. Para poder llevarlo a cabo tuvo que llamar a su propio hermano, Jonathan Nolan.
Otra mente creativa, con series como Westworld o The Peripheral entre sus producciones recientes, empezó en el arte de escribir guiones por insistencia de su hermano. El Truco Final (El Prestigio) fue su primer encargo ya que, en palabras de Christopher recogidas en el libro Christopher Nolan: The Iconic Filmmaker and His Work, le dijo que "Tú tienes el tipo correcto de imaginación para esto".
Demasiadas posibilidades
Jonathan era la única persona en la que podía confiar para desentrañar la compleja novela, pero no fue nada sencillo. Su hermano pequeño se pasó cinco años trabajando en el guion, tratando de buscar la película dentro de todas las posibilidades que ofrecía el libro. "La historia iba en demasiadas direcciones diferentes, incluido un marco contemporáneo, de modo que había diez películas que se podrían hacer".
Pero finalmente en las fases finales dio con la clave, pudiendo descifrar todas las capas y dobleces de la historia para que fuera lo bastante clara para que Christopher la pudiese contar. La cadencia cinematográfica y el inteligente uso del montaje ponen la guinda para convertir El Truco Final (El Prestigio) en otra joya imprescindible del director.
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