Solo quedan cuatro años para llegar al futuro pesimista que se dibujaba en Hijos de los hombres, y podemos decir que, con toda seguridad, no llegaremos a ese momento. Al menos la realidad no imita a la ficción por una vez. Alfonso Cuarón, recién llegado de Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, se puso manos a la obra en 2006 para crear una obra maestra de la ciencia ficción que lo es por muchos, muchísimos motivos.
Históricamente correcto
El cine no solo debe centrarse en acertar con los hechos históricos cuando cuenta eventos pasados, sino también cuando cuenta los futuros. Es el caso de Hijos de los hombres, que tuvo que preparar el skyline de Londres tal y como se vería en el 2027. O sea, los edificios que en 2005, durante el rodaje, estuvieran aún a medio construir o simplemente planeados, tenían que salir ya completados.
Es el caso de la Shard Tower, más conocida como "The Shard" y que forma parte actualmente de la silueta de la capital de Reino Unido. Cuando Hijos de los hombres empezó a rodarse ni siquiera había empezado a construirse: lo haría en 2009, pero para que las generaciones futuras no vieran nada raro introdujeron la silueta de la torre al fondo de algunos planos: la diferencia entre hablar de "gazapo" y "acierto".
No es la única predicción en la que acertaron: las placas de los policías mostraban a Carlos como rey, dando por hecho que Isabel II moriría antes de 2027. Así fue, aunque, como todos sabemos, por los pelos. ¡Ah! Y Clive Owen lleva en un momento dado una camiseta de las Olimpiadas de Londres de 2012, algo que ahora nos parece normal pero en 2006 aún quedaba a años luz. Son los pequeños toques los que hacen que una película pase de buena a fantástica. Y vaya que si Hijos de los hombres lo es.