Desde hace un tiempo estamos oyendo novedades sobre la que puede ser la última película de Quentin Tarantino, aquella con la que cumpla su promesa de retirarse tras dirigir unas diez películas. Un número muy redondo, aunque con un conteo un poco caprichoso, ya que el director cuenta los dos volúmenes de Kill Bill como una obra única. Probablemente porque así se originó.
Tarantino vio aquí la oportunidad de hacer una épica historia de venganza que fuese una obra definitiva, con todas las influencias posibles del cine que le gusta, desde el oriental a las explotaciones de los setenta, pasando por la acción o el western. Su guion se fue volviendo inmenso, lleno de momentos de los que iba a ser muy difícil desprenderse a la hora de la verdad. Y eso iba a suponer un problema.
El director necesitaba resarcirse después de que su anterior película, Jackie Brown, se quedase corta con respecto a los inmensos logros comerciales y de premios que consiguió con Pulp Fiction. La película fue exitosa, pero también hubo percepción de obra menor. Lo suficiente para que Tarantino, tras un tiempo de retiro prudencial, intentase dar un golpe sobre la mesa con el apoyo de Miramax.
Hay una razón por la que nunca has visto una escena de sexo en una película de TarantinoLa productora de Harvey Weinstein no dudaba en las posibilidades del director. Aunque sí sentían la necesidad de reconducir algunas de sus decisiones para garantizar la viabilidad comercial de la obra. Por eso, tal y como se cuenta en el libro Quentin Tarantino: The Iconic Filmaker and His Work, cuando el guion se disparó a las 222 páginas se empezó a sugerir la idea de partir la película en dos partes.
En Miramax supieron prever que Tarantino no iba a querer desprenderse de escenas en las que había depositado tanta pasión y resultaban vitales, aunque no hiciesen avanzar la trama. El propio director admitió que no iba a poder encontrar valor para contenerse: "No habría tenido las pelotas para hacer una película de cuatro horas" con ese material, así que tenía sentido repartir los diferentes capítulos que componen la historia del personaje de Uma Thurman a lo largo de dos películas de más de dos horas.
Un compromiso exitoso
La decisión suena a compromiso creativo, pero la verdad es que fue beneficioso comercialmente y también para la historia de la novia. Tarantino distribuyó las partes de la misma de manera que los dos volúmenes de Kill Bill fuesen dos enfoques diferentes aunque complementarios. Las reacciones alabaron que el Volumen 2 fuese más "emocionalmente sofisticada" que la descarnada violencia del Volumen 1, haciendo que hasta nos replanteemos esa primera parte de la historia.
El Volumen 1 tenía toda la grandiosidad prometida, todo el humor irreverente y exagerado junto con la mitología y la violencia más excesiva, mientras que el Volumen 2 profundiza en el personaje. Lo que podría haber sido un problema se convirtió en una manera de engrandecer la obra, incluso aunque el propio Tarantino tenga en su posesión una versión íntegra de la película.
Pero justo esta concesión fue la que permitió convertir la historia de Kill Bill en un éxito. A Miramax no le importó que a Tarantino se le fuese el rodaje de las manos, volviéndose más largo y más caro, porque las dos películas iban a ser un éxito. Y, en efecto, lo fueron, porque la primera parte recaudó unos 180 millones de dólares en todo el mundo y el Volumen 2 unos 150 millones. En total unos 330 millones para una producción doble que costó 60. Éxito redondo.
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