Lo peor que le puede pasar a un director de cine es que no se le entienda lo que quiere transmitir, contar, narrar, etc. Evidentemente, hablo de ese tipo de cine con un mensaje concreto que no admite medias tintas y que no atienda a sutilezas. Ken Loach, por ejemplo, no se caracteriza por matices y su mensaje está claro y meridiano en todas sus cintas: el capitalismo es una enfermedad y la clase obrera su principal víctima. Sin duda, se enfadaría si alguien se tomara algunas de sus películas como una oda al empresario.
Pues bien, algo parecido le pasó a Paul Verhoeven, director holandés que, precisamente, no se anda con sutilezas a la hora de contar una historia y transmitir un mensaje claro y directo. Si, por ejemplo, quiere decirte que el mundo del show business es una mierda, contrata a unos monos para que se caguen en un escenario. Esto ocurre en Showgirls, otra de sus películas más malinterpretadas y que ahora, gracias al Señor, es una cinta de culto.
¿Lo pillas?
Además, es un provocador nato. Le gusta tocar la moral. En Los señores del acero hay una escena de sexo muy explícito en la que una pareja se da amor bajo dos cadáveres ahorcados y en avanzado estado de putrefacción; en Robocop, los informativos se dedicaban a satirizar la cultura del hiperconsumo en los EE. UU.; con Elle, en plena era del #MeToo, se atrevió a contar la historia de una mujer violada en su propia casa y que, con el tiempo, empieza a desarrollar una extraña relación con el violador, y en Benedetta, una monja lesbiana se da placer con un consolador con una pequeña talla religiosa. Un tipo adorable, este Verhoeven.
Así las cosas, cuando estrenó Starship Troopers, se encontró con una masa enfebrecida que lo acusó de fascista. La película se basaba en una novela de Robert A. Heinlein publicada allá por 1959, escrita como respuesta a la suspensión de las pruebas nucleares por parte de los EE.UU. El libro se vio envuelto en una buena polémica: voces denunciaban que tras la novela se escondía un panfleto prebélico en el que se hacía proselitismo militar.
Verhoeven vio en el libro una oportunidad para alertar sobre el auge del fascismo en los EE.UU. El director llegaba de realizar para Carolco Showgirls, que resultó ser un estrepitoso fracaso comercial, y otro título muy malentendido. Sin embargo, esto a Sony no le debió molestar y dio manga ancha a Verhoeven para que hiciera con el libro lo que le diese la gana.
Nadie se metió, y resulta raro que consiguiéramos hacer una película como Starship Troopers, que te está advirtiendo de que tengas cuidado con el fascismo en Estados Unidos. Cuando la estábamos haciendo, Sony no nos prestaba demasiada atención y nos dejaba hacer, y creo que al final fue un shock para ellos
¿Cómo criticar al fascismo? Parodiando sus elementos más reconocibles y contratando para ello a una pléyade de actores y actrices mediocres, dándoles diálogos planos de serie Z y dándole a todo el conjunto un aire tan exagerado que difícilmente podía alguien tomárselo en serio.
Recuerdo una escena, en la que uno de los personajes va a alistarse al ejército. El que le toma nota en el despacho le asegura que se alegra de que forme parte del grupo militar, ya que ‘se hará un hombre como él’. Justo cuando dice esa frase, podemos ver que el hombre tiene amputadas las piernas. ¿Quién podría tomarse esto en serio?
Pues, al parecer mucha gente. “Una obscenidad hecha a medida para los adolescentes”, “un festival de salpicaduras sin gusto ni lógica”, “una película unidimensional dirigida a los aficionados a la ciencia ficción de 11 años”… Ni siquiera la parodia de los informativos, en las que se veía el adoctrinamiento de niños pisando cucarachas, pudo dar a entender que todo aquello era una broma, una chanza contra el fascismo, el imperialismo y el ejército.
Seguramente, a Verhoeven le dio exactamente igual que su película se hubiese malinterpretado. Incluso a día de hoy hay quien sigue pensando que Starship Troopers es una película fascista. El mismo tipo de persona que cree, seguramente, que Barbie es una película misándrica o que existe una agenda para “meternos hasta en la sopa” a “personajes del colectivo”. En fin.