Margery Sharp tenía 54 años cuando lanzó una pequeña novela sobre Miss Bianca, una ratona de la alta sociedad que presta ayuda a personas y animales en peligro. Apenas tres años después de lanzar Los Rescatadores a la venta, Sharp ya había vendido los derechos a Walt Disney, pero la adaptación no fue precisamente sobre ruedas: en el primer guion que le entregaron, los ratones ayudaban a salvar a un poeta de una cárcel cubana y le llevaban a los Estados Unidos tras una persecución en barco por las Bahamas. Al magnate le gustó tan poco que guardó la novela para jamás volver a tocarla.
Rescatando adaptaciones
Mientras tanto, Sharp escribió, hasta 1978, nueve novelas basadas en Los Rescatadores que le dieron fama nacional. Este éxito hizo que en Disney, tras la muerte de Walt, quisieran volver a intentarlo. Pero los resultados eran infructuosos: en una de las versiones, había casi más protagonismo de un pingüino y un oso que de los ratones, y en otra Bianca y Bernard estaban casados. Al final, la historia fue mucho más sencilla y comprensible que cualquier otra que estuvieran pensando, pero no por ello... desprovista de algún error que otro.
Durante el congreso de países hay varios errores geográficos que están en la fina línea entre el racismo y el desconocimiento. Por un lado, Viena y Austria asisten como miembros del congreso distintos. Por otro, Arabia iba por su cuenta y Siria, un país dentro de la región, también. Pero quizá nada explica la idea socio-económica de Disney en los años 70 como el hecho de que, al contrario que países como Francia o Turquía, un ratón representaba a... todo África. Tal y como suena.
Un error increíble que no empañó el éxito de la cinta, que costó apenas siete millones y medio de dólares y recaudó 169. Tanto dinero supuso para las arcas de Disney que incluso se plantearon hacer una serie de televisión continuando las aventuras... y fue la primera película animada de la empresa que tuvo secuela, la más que apreciable Los Rescatadores en Cangurolandia. Pero esa es otra historia.