Ahora nos suena a locura, pero cuando se estrenó La jungla de cristal nadie esperaba grandes cosas de ella: Bruce Willis era visto como un actor de comedia romántica que no pintaba nada como héroe de acción y, de hecho, en los cines donde se proyectaba el tráiler solía haber risas y mala leche a mansalva. Por eso, cuando se convirtió en la película de acción más taquillera de 1988, todos empezaron a preguntarse qué habían hecho... bien.
Yippi-ka-espera, ¿qué?
Hay detalles en la película magníficos que salieron, nos guste o no, por pura casualidad. Por ejemplo, la ambulancia del final, que fue una ocurrencia en el último minuto que obligó a cambiar la película entera y hacer que una de las subtramas carezca de sentido vista ahora. Veréis: al principio, los malos estaban en el garaje y sincronizaban sus relojes, que eran todos Tag Heuers, una marca suiza que los fabrica desde 1860.
La idea era que John McClane descubriera quiénes son los villanos al verles los relojes. Por eso, cuando se encuentra con Hans y le da un cigarrillo descubre que es uno de los malos. Sin embargo, la escena sincronizando los relojes tuvo que eliminarse porque se veía claramente que no había ninguna ambulancia. La coherencia por encima de la trama: si John McClane acierta a quién tiene que pegar es por pura casualidad.
Durante años, este gazapo pasó desapercibido hasta que el propio guionista, Steven E. de Souza, lo explicó durante una proyección especial de Perseguido. Según cuenta, al final fue el propio John McTiernan el que le dijo al editor "Coge las tijeras y corta tan pronto como puedas cuando se bajan de la furgoneta para que no veamos que no hay una ambulancia". Ups.