Es una de las películas más famosas de la historia del cine... Y, pese a todo, cuando se estrenó en 1939 no consiguió ni siquiera dar beneficios. El Mago de Oz es la obra maestra que necesitaba Judy Garland para convertirse de manera definitiva en una estrella. Era su séptima película de una larga carrera y la lanzó al estrellato demostrando que no solo podía actuar, sino también cantar (¿o es que no recordamos Somewhere over the rainbow?). Seguro que eres uno de los que la califica como "mágica"... pero no sabes hasta qué punto.
Chaquetas tras el arcoiris
Curiosamente, El Mago de Oz no habría existido sin Blancanieves y los Siete Enanitos, una película que demostró que las historias para niños también pueden ser populares. De hecho, originalmente, la cinta no era un vehículo para el éxito de Garland, sino de Eddie Cantor, un actor al que pretendían poner como el Espantapájaros y convertirle en el protagonista. Cantor acabó teniendo éxito a su manera, pero no tanto como el equipo de la película.
Y es que durante las escenas que transcurren en el mundo real, el Profesor Marvel (que después se revela como el Mago de Oz) lleva una chaqueta. Y la historia de esa chaqueta es absolutamente increíble. El departamento de vestuario fueron a una tienda de segunda mano en Chicago y compraron un montón de chaquetas para que el director, Víctor Fleming, eligiera la correcta. Lo que nadie esperaba es que, al ponérsela, Frank Morgan (el actor en cuestión) mirara dentro del bolsillo y encontrara un nombre: L. Frank Baum.
Parece una historia falsa, pero es rotundamente cierta: el autor del libro de El Mago de Oz vendió esa chaqueta en un momento dado, y acabó en el rodaje de la adaptación de su novela. De hecho, el sastre que la hizo escribió al estudio corroborando que era un diseño exclusivo para Baum: al final, la prueba acabó, de hecho, en casa de su viuda. Puede parecer increíble, una leyenda de Hollywood, demasiada casualidad... Pero es absolutamente cierto.