Cuando la revista Vibe publicó el artículo Racer X, nadie esperaba que acabara convirtiéndose en una franquicia de diez películas, un spin-off, dos cortometrajes, una serie de animación de 52 episodios, dos atracciones en parques y un buen puñado de videojuegos. Y, desde luego, nadie creería que en todo este tiempo podría haber recaudado más de 7000 millones de dólares en total. Leed la cifra otra vez, y tened en cuenta que la primera apenas consiguió 200. Da auténtico vértigo.
Corriendo a todo gas
Tras más de veinte años de saga, Vin Diesel anunció el año pasado el final, al menos, de este grupo de corredores, con la puerta abierta a que The fast and the furious continúe con otras personas al cargo. Decidieron que Fast X se convirtiera en dos películas que pondrían un punto y final, pero por la puerta grande. De hecho, quisieron irse tan por todo lo alto que se convirtió en la octava producción más cara de todos los tiempos, justo por debajo de Avatar: el sentido del agua y por encima de Vengadores: Infinity War.
Pero el hecho de que le hayan puesto tanto mimo no ha evitado, claro, que a lo largo de la saga hubiera algún fallo que otro. Nos vamos hasta 2011, en el estreno de Fast Five, la película que supuso un cambio de marcha para la franquicia que ha durado hasta nuestros días. Y es que es en esa película donde, en el minuto 32:35, cuando un tirador apunta a Mia y Brian mientras ellos están a punto de saltar... de pronto aparece un cámara por sorpresa. ¿Quizá los malos de turno querían documentar sus maldades? Puede ser.
El tristemente fallecido Paul Walker protagonizaba esta quinta entrega junto a Vin Diesel, y al mismo tiempo era la tercera entrega dirigida por Justin Lin. Al final, la familia y la sangre llaman, y las películas de The fast and the furious se han convertido en un reencuentro de antiguos amigos. O al menos así lo quieren vender, porque las peleas tras las cámaras son un asunto bastante serio. Pero eso, me temo, es otra historia.