Tras su particular descenso a los infiernos en los que pasó de ser uno de los actores más populares de Hollywood a ser conocido por sus excesos -dilapidando de manera grotesca su fortuna y enfrentado a su ex pareja Amber Heard en un juicio por violencia doméstica- Johnny Depp vuelve a los cines con un papel protagónico en una producción francesa Jeanne du Barry. El filme que supuso la película inaugural en el pasado Festival de Cannes, tampoco estuvo exento de polémica, ya que su guionista, directora y protagonista, Maïwenn, causó consternación al admitir que había escupido en la cara a un periodista y que éste la había denunciado por agresión.
Jeanne du Barry, que gira en torno a la figura de la mujer que da título al filme (la última amante oficial del rey Luis XV) es toda una carta de amor a la grandeza del Versalles anterior a la Revolución: tanto a sus opulentos encantos como al microcosmos social que lo habitaba. Centrándose en una notable fotografía y un vestuario notable, el largometraje es un vehículo perfecto para un género nacido sobre las tablas del escenario y perfeccionado por el viejo Hollywood: una potente historia real del pasado que sirve además como escaparate para estrellas. Polémicas aparte, la cinta sin suponer un soplo de aire fresco a la industria es un producto de lo más entretenido, que sorprende por su belleza y la elegancia con la que está narrado.
La directora francesa se ha curtido en películas de ritmos volátiles, que -casi siempre- encuentran en ella un ancla en la pantalla. En esta ocasión, la autora es directora y musa a la vez, en la que resalta sobre todos los demás y cuando no está en el foco de la cámara, todos los demás personajes tienden a preguntar: ¿Dónde está Maïwenn? Es por ello que cabe resaltar la labor de Depp como un formidable secundario en la piel de Luis XV, un papel con el que parece redimirse de sus pecados y demostrar lo buen actor que es cuando se propone sacar el trabajo adelante, aunque sea con un personaje que no es el protagonista como en esta ocasión. Además, demuestra su implicación, con un notable acento francés que sorprende al espectador más avezado.
Llega a los cines de España la película que ha inaugurado Cannes y que devuelve a Johnny Depp a las salas: Jeanne Du BarryContra todo pronóstico, Jeanne du Barry ha resultado ser un sutil y bien elaborado drama costumbrista con mordiente satírica. Tiene más en común con Barry Lyndon de Stanley Kubrick que con Piratas del Caribe, con Depp ofreciendo una de sus interpretaciones más contenidas y efectivas como el rey que se enamora de una cortesana. Su Luis XV es una figura taciturna, melancólica pero dominante, con un lado oscuro. Por otra parte, el personaje que da título al filme es una joven de origen muy humilde que, en parte por casualidad y en parte por iniciativa propia, acaba en el Palacio de Versalles. Muchos de los hombres con los que se cruza la tratan de forma abominable, pero tiene el ingenio y el humor suficientes para salir adelante. El guion, coescrito por Maiwenn, pone de manifiesto el absurdo y el machismo de la vida en la corte. Después de que el rey se fije en ella, Jeanne se ve obligada a someterse a un humillante examen ginecológico antes de que un médico la declare "digna del lecho real".
Hemos tenido versiones menos serias de esta historia en muchas películas antes, desde Pretty Woman a El Príncipe y yo. Sin embargo, Maïwenn, hábilmente ofrece muchos de los tropos del género: alta costura, criados amables que ayudan a la protagonista con sonrisas cómplices y, por supuesto, un grupo de amargados enemigos que habitan en Versalles y están decididos a deshacerse de Jeanne y alejarla del brazo del rey. Como directora presta una atención exhaustiva al vestuario y al diseño de producción. No hay ninguno de los anacronismos que se encontraban en María Antonieta de Sofia Coppola, que también se presentó en Cannes, pero sí el mismo interés obsesivo por cómo visten los personajes y, en particular, por los peinados de la corte. La película también hace un uso muy ingenioso de las localizaciones: desde el salón de los espejos, hasta los numerosos salones cavernosos donde los aristócratas excesivamente vestidos celebran sus extraños rituales. El espectador se enfrenta a un mundo muy jerárquico, en el que cada mirada, cada gesto y cada palabra tienen un significado oculto. Todos conspiran contra todos y se considera de mala educación mostrar emoción.
Para los que conocen todo lo que ha rodeado a la película, puede ser difícil dejar de pensar en la posición de la autora hacia las mujeres y su favoritismo hacia los hombres, sin embargo la forma en que la película enmarca a las detractoras de la protagonista como arpías celosas y alaba la figura de Jeanne du Barry, como una mujer que luchó por el amor contra todo sin prestar demasiada atención a los lujos y la pretenciosidad, puede hacer que muchos cambien de opinión. El filme es un gran entretenimiento histórico y básicamente convincente. Se puede decir que Maïwenn, no sólo sale airosa, sino que ha logrado un pequeño éxito del cine europeo.